José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


No, la Lengua no

24/11/2020

Y dónde mirar, se pregunta el columnista. O hacía dónde no dejar de mirar. ¿Seguir aún más adentro, para romper por extenuación? ¿Lejos o al microcosmos? No sé. ¿Al delirio norteamericano, donde hasta las grandes cadenas generalistas cortaron —algo sin precedentes— el discurso mentiroso del todavía presidente que se resistía a su funeral político, sin que miremos los trumpismos de por aquí para los que no hay vacuna posible? Será que Borges llevaba razón cuando decía que la realidad está sobrevalorada.
Podría mirar hacia dos series imprescindibles: de ficción, Patria (mejor la novela, 36 ediciones) y documental, El desafío: ETA, que te congelan la sangre y donde aparecen actitudes y personas que hoy transitan por la actualidad, pactan los Presupuestos del Estado y entran en la «dirección del Estado», pese a que griten en sede parlamentaria que vienen a Madrid «a tumbar definitivamente el régimen» [Arkaitz dixit]. Acaso no tendrán un pase [Page] o dará náuseas [Vara] o No, con Bildu no» [Guerra], pero gato negro o gato blanco lo importante es que cace ratones [presidente González, 1985]. Son los ratones y las razones del poder. Los fines que superan a los medios: sean podémicos, separatistas o lo más reaccionario del nacionalismo. Aunque la nueva ciencia política que nos nutre ha inventado un nacionalismo progresista, liberador e inclusivo. 
Tan inclusivo como el castellano, excluido como lengua oficial del Estado en la octava Ley de Educación de la democracia (muy avanzada: permite pasar algunos cursos con suspensos), aprobada esta semana en el Congreso, con el ejemplar consenso de un solo voto de diferencia, mientras la Real Academia Española esperaba —entre fuertes presiones— a que pasara la votación antes de emitir su dictamen al respecto, donde manifestaba «preocupación» por que la ley Celaá «no ponga en cuestión el uso del español en ningún territorio del Estado». 36 académicos hilaron muy fino para no molestar al Gabinete; evitemos que la intelectualidad sea acusada de politizar, cuando el poder politiza absolutamente todo.
Por ahí podría mirar, sí, por esta lengua universal (literaria) de Cervantes y de Unamuno, de García Pavón y de Vázquez Montalbán, de Savater y de Boadella, que ya no será lengua propia ni vehicular en las aulas de aquellas comunidades autónomas que así lo dispongan. Peajes y más peajes a pagar por estos cráneos privilegiados. 
Fuera, el jardín se oxida en amarillos.