Editorial

La obscena maniobra de AstraZeneca exige una respuesta contundente

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La irrupción de la pandemia de covid-19 ha proyectado lo mejor y lo peor de la condición humana. Así, las imágenes de sanitarios multiplicando guardias poniendo su propia vida en el tablero se conjugaron con las de los mercados persas en los que se robaron mercancías al mejor postor cuando comprar una mascarilla quirúrgica no estaba al alcance de los mortales. Ahora, la confrontación de virtudes y miserias que se está incubando en los últimos días con las operaciones de algunas farmacéuticas para traicionar los acuerdos firmados para abastecer de vacunas a la Unión Europea amenaza con convertir en anecdótico todo lo visto hasta la fecha. 

Italia abrió el melón hace días al advertir que iniciará cuantas acciones legales estén en su mano para ventilar la responsabilidad de los incumplimientos anunciados por al menos dos de las grandes productoras: Pfizer y AstraZeneca. La Comisión Europea ha dedicado los tres últimos días a diseñar un plan de presión sobre las productoras para hacer pagar las maniobras de prestidigitación de las farmacéuticas. En el caso de Pfizer, la UE acepta las explicaciones (dará un paso atrás para dar dos adelante y reducirá la entrega inmediata de vacunas a cambio de multiplicarla después de haber aumentado su capacidad productiva), pero sobre AstraZeneca pesa la más feroz de las sospechas. Su vacuna será aprobada por la Agencia Europea del Medicamento pasado mañana, si nada se tuerce. Curiosamente, AstraZeneca adujo el pasado viernes problemas de producción y advirtió que prevé reducir hasta en un 60% la entrega de las vacunas previstas a los países miembro. La acusación de la Comisión no se ha hecho esperar. Así, el laboratorio anglosueco habría vendido a otros estados que aprobaron antes el uso de su formulación -sobre a todo Reino Unido, pero también Israel- el stock almacenado para cumplir el contrato con la UE. Procede subrayar que Europa ha financiado con más de 2.500 millones a los laboratorios que han trabajado en las vacunas cuya adquisición pactó, lo que es una doble vía de prefinanciación y hace particularmente repulsivo el juego de la productora.

Si se confirma la venta al Reino Unido, la manifestación de la guerra fría abierta con la ejecución del Brexit sería incontestable, con el agravante de constituir una traición comercial y sanitaria en primer grado. La Unión no podrá mostrarse trémula con AstraZeneca y deberá aplastar todo conato de incumplimiento de contrato, llegando a bloquear la salida de las vacunas de las plantas que la farmacéutica tiene en suelo UE (una muy relevante precisamente en Bruselas) y abriendo una causa penal ejemplificante y que haga justicia ante un juego tan obsceno.