Javier Santamarina

LA LÍNEA GRIS

Javier Santamarina


El buscavidas

28/05/2021

Existe mucha literatura sobre la desigualdad, cómo combatirla, algunos autores han intentado proponer ingeniosas maneras para vencerla. Otros han dedicado sus células grises, como el gran Hércules Poirot, para explicar por qué el capitalismo o la libertad individual hacen más por la prosperidad que cualquier ideología. Ninguna de estas ideas puede luchar con eficacia contra la corrosión personal que genera la envidia; aunque en Seven no le daban la relevancia que merecía. Vencer esta compulsión es un deber individual, pues los políticos a lo máximo que pueden aspirar es a no excitar a la criatura.

Cuando empiezas por el prólogo del libro El gran nivelador de Walter Scheidel y agradece las aportaciones de Thomas Piketty, un mareo intelectual invade por doquier. Salvo que las series de Netflix se lo hayan impedido, los dirigentes de la izquierda europea han tenido que leer este volumen del historiador austriaco afincado en Estados Unidos. Si lo pillan Nicolás Maduro o Raúl Castro lo transformarían en lectura obligatoria en la enseñanza secundaria, mientras que los chinos tienen suficiente con haber leído a el Gran Timonel para necesitar apoyo literario. No descarto que Josef Stalin habría comprendido por fin que su política tenía sentido más allá de la lista de muertos, aunque Nikita Kruschev renegase de sus tácticas expeditivas.

Pese a los esfuerzos del autor, es imposible no sacar la conclusión de que para alcanzar el igualitarismo es indispensable el uso de la violencia; recalca que si queremos alcanzar el objetivo, más nos vale aplicarnos con contundencia porque nos podemos quedar a medio camino. Para verlo en contexto digamos que la Revolución Francesa no fue lo suficientemente contundente. Con estos mimbres es difícil no intuir que algo falla en el argumento.

En ocasiones un pensador puede llegar a alguna conclusión que, meditada, le debería iluminar sobre lo erróneo del tiro. Si la muerte de millones de personas promueve el igualitarismo, parece razonable preguntarse si es un fin loable en sí mismo. Desear la igualdad material a toda costa, nos lleva por extensión a invadir la esfera de otro para arrebatarle lo que uno no posee. Implica aceptar que no somos responsables de nuestro bienestar material. Al despreciar las diferencias fruto de la aptitud y del sacrificio estamos rechazando la complejidad humana. Por coherencia, el siguiente paso sería desplegar una violencia extrema para obtener la igualdad. Walter Scheidel obvia que si hubiese vivido en la época que relata le habrían nivelado con rapidez.