Alfonso José Ramírez

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


Elogio de la Institución

16/09/2022

La actualidad del momento nos sitúa ante un hecho de una singularidad histórica peculiar: el fallecimiento de la reina Isabel II y las honras fúnebres desplegadas para honrar su despedida y figura. Estamos presenciando una manera excepcional de despedir a la monarca tanto desde el prisma del protocolo actuado por el Estado, como desde el prisma de la multitudinaria presencia del pueblo británico para despedir a su reina.
Más allá del debate que puede surgir entorno a la pertinencia de la funcionalidad de las monarquías en el presente histórico, la reacción mayoritaria de la ciudadanía británica en favor de su reina, deja entrever el valor de la institución real, lo cual nos sitúa ante la cuestión de índole socio-filosófica del valor por el papel de las instituciones en la vida social y personal en las sociedades y estados modernos. 
Si extrapolamos la valía de cada institución en el conjunto de la sociedad desde un planteamiento funcionalista, es decir, si valoramos aquello por lo que cada institución vale y aporta al conjunto de la sociedad, podemos ponderar como positivo el valor simbólico de toda institución, pues comporta en sí una serie valores que por su misma existencia perpetua. Por ejemplo, la existencia misma de la institución familia, hace posible el establecimiento de vínculos afectivos entre sus miembros, confiere identidad a sus miembros -tales como padre/madre e hijo, hermanos, primos…-, las relaciones que surgen entre sus miembros hacen posible los lazos de parentesco, que son indelebles, pues cuando un hombre o mujer se convierten en padre o madre lo son de manera permanente e irreversible. En una familia, cada uno de sus miembros encuentra su identidad, encuentra respuestas acerca de su origen y, un sentido personal, que le hace trascenderse e ir más allá de su mera individualidad. El individuo puede descubrir que proviene del amor de unos padres y la familia es seno de amor y encuentro.
Las instituciones políticas, jurídicas, sanitarias, etc., han de ser válidas para la sociedad en la medida en que cumplen con sus funciones y por ello, sirven a los fines que le son propios: el poder judicial ha de garantizar la justicia en la vida de los ciudadanos, sancionando las conductas no ordenadas o tratando de reconducirlas a su mayor normalización posible. Y ha de hacerlo desde la ecuanimidad, el equilibrio, la equidistancia de las partes concurrentes, en aras de la defensa de la imparcialidad, juzgando los hechos. ¿Qué pasa cuando los tribunales de justicia adoptan posturas partidarias o ideológicas?
Cada institución tiene una función y en la medida en que realiza sus fines, está dando amparo y cobijo a las personas que acuden a ella… por lo que está garantizando unos derechos y libertades que son inherentes a ser persona, o promoviendo una identidad singular. El sistema educativo tiene la función de formar a personas para que éstas puedan estar integradas en la cultura y en la sociedad de referencia; no solo ofrece conocimientos o saberes de manera organizada, si no que facilita la integración de cada joven en su sociedad, y a priori ha de posibilitar la integración en la sociedad mediante un trabajo.
Analizar las múltiples instituciones con las que convivimos a diario y que forman un tejido que interactúan de manera multilateral con nosotros excede la competencia de este artículo, pero sí nos da pie a pensar, que como en el caso de Isabel II, las instituciones son para las personas, porque previamente las personas son para las instituciones. Podemos afirmar que las instituciones están al servicio de las personas, ya que en ellas se encuentran personas al servicio de los fines de la institución.
El clamor popular desplegado por esta reina es un reflejo de que cuando una persona vive para una institución y la persona se entrega a ella, la institución funciona y de este modo el beneficio social y colectivo puede ser destacado. Siempre han destacado en la vida de muchas personas la influencia de buenos médicos, maestros, políticos, padres y madres, escritores, sacerdotes, cantantes, etc. 
Las instituciones ofrecen la garantía de ofrecer y perpetuar en el tiempo unos valores, servicios, bienes, recursos, etc. y, son por tanto, una propuesta para mirar más allá de nuestros individualismos y construir la sociedad del momento. Cuando una persona ofrece un servicio impecable a la institución, ésta se revalorizada y, cuando ocurre lo contrario, la institución se devalúa. 
Nos podemos preguntar, en este momento crucial, más allá de la mirada utilitarista de una institución, en qué instituciones me encuentro y cómo actúo en ellas, de qué instituciones recibo unos servicios y en cuáles aporto. 
La sociedad es gran parte el resultado de estas instituciones, es decir, de cómo actuamos nosotros, los agentes (actores) sociales

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