Miguel Ángel Jiménez

Comentario Dominical

Miguel Ángel Jiménez


Las puertas del cielo

30/10/2020

Miramos a Jesús, a su silencio, a su cruz, a su muerte, a su resurrección. Esperanza. 
Las bienaventuranzas son puertas que abren el cielo. Bienaventurados los pobres, los que no tienen agarradera, los que se son (y se sienten) abandonados y olvidados. «Solo en Dios descansa mi alma». También lo son, bienaventurados, los mansos, los que muestran que siempre la vida puede dar más oportunidad, que comprenden, tienen paciencia como Dios es paciente. Son bienaventurados los que lloran, sufren en lo más profundo de su ser por las injusticias, por aquello para lo que no tienen, ni hay, respuesta. Y, Dios, «enjugará toda lágrima de sus ojos». Bienaventurados son también los que anhelan un mundo mejor, más justo, más humano, más divino y se desesperan porque «tienen hambre y sed de justicia» y se rebelan. Está también reservado para los que son misericordiosos, los que comprenden de otro su debilidad, su imperfección, su pecado. «Sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso». Los limpios de corazón sabrán descubrir la belleza de la vida y el rastro de Dios en ella, en la creación, en aquella que es más sublime: en el hombre y en la mujer. Que el Señor «nos conceda pureza y sencillez de corazón para descubrir su providencia en los sucesos de la vida cotidiana». Son bienaventurados los que buscan la paz, los que rehúyen el conflicto, no por cobardía sino, por la búsqueda empeñada del diálogo. Encuentro duradero y fructífero. Son bienaventurados los perseguidos por buscar la justicia por encima de ideologías e intereses, de pecados estructurales y de conveniencias. 
Denuncias, incomprensiones, persecución con mentira, con mala voluntad, por interés.  
Dios sabe más siempre.