Juan Bravo

BAJO EL VOLCÁN

Juan Bravo


Genio y figura

25/10/2021

A Otegi, como al prófugo Puigdemont, le sienta muy bien la vida regalada; se ve en sus mofletes y en su volumen abdominal. Pero, claro, para disimular lo segundo están las chaquetas. Andaba Otegi un tanto descolocado, tan dado él al protagonismo chulesco y un tanto macarra, y lo pensó, o se lo pensaron sus adláteres grupales: «Otegi, diez años que callamos las pistolas, seguro que hasta están ya oxidadas. Esto va lento, Otegi; tenemos que dar un golpe en la mesa, un golpe contundente, antes que las familias de los presos se cabreen y nos manden a…».
Era, en efecto, su oportunidad. «Que hablen de nosotros, aunque sea mal. Lo esencial es estar en el foco y los fascistas echando baba…». Urdíó su estrategia; sacó del armario su piel de cordero, se pasó un par de días redactando su sibilino mensaje y citó solemnemente a los medios en los jardines del donostierra Palacio de Aite. Acompañaba al coordinador de EH Bildu, el secretario general de Sortu, Arkaitz Rodríguez, un simple comparsa. Y con su cínico sonsonete, leyendo para no salirse un ápice del guión y no tener que mirar a nadie a los ojos, se dirigió a las familias de las casi mil víctimas, asegurándoles que «sienten enormemente su sufrimiento» y se comprometió a «tratar de mitigarlo en la medida de nuestras posibilidades». Y así sucesivamente, con esa retórica falsa y ese tono canallesco, tan habituales, pero evitando en todo momento hablar de arrepentimiento y de perdón (un gudari jamás se arrepiente de sus gestos o gestas, por más que no vayan más allá del tiro en la nuca a traición, del coche bomba o de la cobarde lapa). Y así transcurrió la Declaración del 18 de octubre, que de nuevo situó a ETA en el centro de la polémica.
Pero horas más tarde supimos que esa misma tarde el ex terrorista Otegi se reunía con los suyos y, aunque es más que probable que supiera que lo estaban grabando, destapó sus cartas ante quienes acostumbran homenajear como héroes a los convictos que salen de la cárcel y vuelven al terruño. Lo que había dicho esa misma mañana tenía un fin muy concreto: sacar de la cárcel a los casi doscientos etarras presos (entre ellos, recordémoslo, los más sanguinario), y para ello, estaba dispuesto a hacer lo que fuera: apoyar a la coalición PSOE-UP, apoyar sus presupuesto y lo que hiciera falta, porque evidentemente, con un gobierno como el que preside Pedro Sánchez, acabarían sacando tajada en un plazo más o menos razonable; por el contrario, en el caso de que vinieran Casado y VOX, habría que ponerse el mono de trabajo.
El escándalo ha sido de consideración, por más que Otegi se limitara a poner blanco sobre negro algo que todos sabemos, que es evidente y nítido. Y no sólo con la izquierda abertzale, sino también con el PNV, y con los tres partidos independentistas catalanes. El brete en que este individuo de lengua bífida y viperina ha puesto a Pedro Sánchez no tiene parangón, diga o no diga la verdad. A Otegi, como a Pablo Iglesias, le pierde la boca, aunque nos permitimos dudar de que haya cometido conscientemente un lapsus que sin duda le ha proporcionado a la derecha otros cuantos miles de votos.
Evidentemente, con estos gudaris –que, en países serios, jamás tendrían cabida en el Parlamento de la Nación y sí en sus cárceles– no se puede llegar muy lejos. Eso debería saberlo muy bien nuestro presidente. Es como acostarse con una cobra. En su vida les hemos visto un gesto de nobleza, una palabra sincera, un gesto de piedad (ni tan siquiera a los nazis se les habría ocurrido poner en práctica una tortura tan incalificable como lo que ETA practicó con Ortega Lara, cosa que muchos parecen haber olvidado).
Vamos por muy mal camino y está claro que el único remedio sería que PSOE y un PP comprometido llegaran a un gran acuerdo nacional dejando al margen a aquellos que piensan que España, como decía Baroja, es su finca particular, y de aquellos otros que, como Otegi, por lo que sea, odian España. No hay otro camino. Actuaciones como la de Otegi muestran bien a las claras aquello de 'genio y figura, hasta la sepultura', la de los demás, claro está.