Javier D. Bazaga

NOTAS AL PIE

Javier D. Bazaga


Sentido común

25/06/2021

Hace mes y medio, con la finalización del estado de alarma, escribí en estas mismas páginas que ahora tocaba prudencia. Y es exactamente lo mismo que me pide el cuerpo hacer en este momento, con la llegada del primer fin de semana en el que no va a ser obligatorio el uso de la mascarilla en exteriores. Algo que por otro lado era de pura lógica en algunos momentos determinados, o en algunos lugares al aire libre donde el mantenimiento de la distancia social era posible, y evidente. En otros muchos casos no, es cierto, por eso creo que toca advertir aquí que el uso de la mascarilla deja de ser obligatorio, pero nadie te va a prohibir ponértela cuando sea necesario.

Y es que, con estado de alarma o sin él, con vacunas o sin ellas, con mascarilla o sin ella, hay algo que no ha dejado de ser tan útil como todos estos elementos de protección que nos han traído hasta aquí, hasta poder casi derrotar al virus: el sentido común.

Todos hemos criticado o aplaudido la conveniencia de determinadas medidas para evitar la propagación del virus. Que si cierres perimetrales, que si cierre de la hostelería y ocio nocturno, que si limitación de las reuniones sociales y familiares, que si franjas horarias y de edad para la movilidad de las personas, que si aforos... Todas han tenido su función en un momento determinado para contener el virus, pero solo el sentido común ha sido el más efectivo en todo este largo periodo de pandemia. Por eso creo que no está de más recordarlo, porque por desgracia, habrá más de uno que se lo deje en casa este fin de semana en la mesita de la entrada -el taquillón de toda la vida-, junto a la mascarilla. Que, como dice el refrán, éste suele ser el menos común de los sentidos.

De hecho, veremos en la calle situaciones de todo tipo, desde el que nos dirá que dónde vamos con la mascarilla, que ya no hay que llevarla, al que seguirá mirando mal porque no la lleva sin el metro y medio de distancia. Y como en la anterior vez, cabe decir que aunque se vaya la obligatoriedad, el virus seguirá entre nosotros. Por lo que, ante la duda, la mejor fórmula será ponérsela.

Poder ir por la calle sin la mascarilla -aunque hay excepciones en el decreto aprobado ayer en Consejo de Ministros que no estaría de más consultar-, tener a media población ya con la primera dosis de la vacuna puesta, y las ganas de tener un verano «normal» que nos permita ir remontando las consecuencias de este maldito año, puede hacernos olvidar lo que hemos pasado, pero no ha sido un espejismo, ni una pesadilla aunque lo hayamos vivido como tal. Por eso considero un acierto tener monumentos que nos recuerden lo que hemos vivido, a quienes lo han padecido como víctimas, y a quienes lo han sufrido como trabajadores esenciales. Uno de ellos preside desde ayer la entrada a las las Cortes de Castilla-La Mancha. Que por cierto, la decisión de instalarla fue consensuada por unanimidad de todos los grupos en el parlamento, que siempre es una buena noticia. Y, además de homenaje a todas esas personas, es un recuerdo a la prudencia. Así que, una vez más, sentido común.