Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Refugiados

20/04/2022

Ucrania se alza hoy como un testigo gigantesco de lo que debe hacer un país en defensa de su libertad, su soberanía y unos valores que todos asociamos al espacio europeo. La tragedia humana es inenarrable, miles de personas cruzan a diario en precario el territorio de esa Europa expectante, indecisa en algunas cuestiones fundamentales, en busca de refugio. Los refugiados ucranianos se han convertido en el testimonio más sangrante de una agresión sin ningún tipo de justificación, por más que algunos continúen retorciendo ciertos argumentos para buscar algún punto de apoyo a Vladimir Putin. La crisis humanitaria de los refugiados ucranianos es, sobre todo, de mujeres y niños, aproximadamente el noventa por ciento de las personas desplazadas. Debido al servicio militar obligatorio en el país, Ucrania no permite que la mayoría de los hombres de entre 18 y 60 años abandonen el territorio. El drama marcará una época en la que en Europa ya nos pensábamos a salvo de incidencias de este tipo, pero también es cierto que los mecanismos de solidaridad europea se han activado con un vigor pocas veces conocido. Sin embargo, la tristeza es la señal dominante. Familias que han quedado separadas, incertidumbre ante el futuro, hombres enrolados en las filas de la resistencia. ¿Qué encontrarán a la vuelta los refugiados? ¿Cuándo se podría producir ese retorno?. Algunos no se resisten y preparan el regreso a las zonas menos castigadas por los rusos. Nadie a estas alturas se atreve a aventurar un final. Lo cierto es que la invasión no está siendo ni mucho menos un paseo para Vladimir Putin. Los ucranianos, crecidos desde el coraje y el pundonor, se atreven incluso a pronosticar una victoria siempre y cuando la UE se implique más, enviando más armas, y la OTAN activando algún tipo de operación en el espacio aéreo, muy arriesgada, peligroso sin duda, pero podría ser definitivo para terminar con el dictador. ¿Sería esa coyuntura el inicio de la Tercera Guerra Mundial? ¿Activaría Putin su arsenal nuclear? Se visualiza el mal menor de un final pactado a cambio del dominio absoluto ruso sobre las provincias del Donbas y el reconocimiento definitivo de Crimea como territorio de la Federación de Rusia. En medios ucranianos, sin embargo, se piensa que no hay que entregarse con tanta facilidad a la resignación. Desde Madrid, Olexander Gnedykh, que abrió la primera embajada de España en Ucrania allá por 1995, reivindica una mayor implicación, también militar, de la UE, la OTAN y la OSCE, por no decir de la ONU. Clama porque la obsoleta organización internacional envíe una misión de cascos azules. Gnedykh atravesó recientemente toda Europa con su mujer y una familia ucraniana con la que ahora convive en Madrid. Así también un cada vez más nutrido número de españoles que han hecho hueco en sus hogares al drama ucraniano. Los refugiados son ya la piedra de toque de la conciencia europea atacada por la megalomanía de Vladimir Putin. En la última Semana Santa el rey Felipe VI ha visitado un centro de refugiados en la localidad madrileña de Pozuelo de Alarcón para que sus hijas, -,comentó,- fueran conscientes de la situación. A España han llegado ya ciento diez mil ucranianos desde que comenzó el conflicto hace más de cincuenta días. El perfil medio es el de mujer joven, madre, con estudios. Los niños juegan y estudian en los centros de acogida, las madres no pueden dejar de mirar hacia su país. Esperan, mientras tanto, a que se les ubique en alguna población española. Europa está ofreciendo un rostro humano y una voluntad de solidaridad y unidad desde la base, a partir de una tragedia que ha abierto los portones de un conflicto bélico en territorio europeo por primera vez desde la última gran guerra. Finalmente los gobiernos europeos son conscientes de que nos la jugamos en el envite. La pandemia, que afortunadamente va quedando atrás, y la crisis ucraniana, serán las pruebas de fuego para saber si el proyecto europeo es viable y sólido, o se disuelve como una azucarillo en un mundo cambiante en busca de nuevos equilibrios de poder. La solidaridad con los refugiados ucranianos es el síntoma más evidente de que el espíritu de Europa está respondiendo desde sus mimbres más afectivos. Son ellos, los refugiados, un aldabonazo para que la unidad de Europa sea sellada de forma definitiva sobre los valores cimentados después de la tragedia de la Segunda Guerra Mundial.

«Los refugiados se han convertido en la piedra de toque de la conciencia europea atacada por la megalomanía de Vladimir Putin»