Alfonso José Ramírez

Alfonso José Ramírez

Eudaimonía


El paternalismo educativo

17/02/2023

Retomando al tema del sistema educativo actual, en relación a otros artículos que en esta sección se han encargado de su análisis y comentario, podemos observar que el sistema educativo es como una realidad poliédrica que se puede observar desde muchos ángulos y nunca se llega a agotar su completa visión. O como diría Ortega, el conocimiento es en perspectiva: vamos abordando parcialmente aspectos de la realidad, para poder llegar a una verdad lo más completa posible. Pues bien, espero que este artículo sea una contribución más a poder ofrecer una radiografía de nuestro sistema educativo lo más diáfana posible.
El aspecto que considero hoy es el paternalismo y sus consecuencias. Por paternalismo, coloquialmente hablando, se entiende aquella actitud en la que los padres o tutores se extralimitan en sus funciones y realizan funciones o tareas que el hijo puede realizar por sí mismo, por lo que al ser sustituido puede ser anulado en sus capacidades y posibilidades de desarrollo.
No voy a hablar de esta reforma educativa en concreto que ha despertado ciertas controversias, sino de un estilo educativo que se viene cultivando desde hace varias leyes y cuyas consecuencias no son positivas precisamente y sus resultados son cada vez más patentes. 
Una de las tendencias más enfatizada de las corrientes pedagógicas del siglo pasado y el vigente es situar al alumno en el centro del sistema educativo -el paidocentrismo-, y por supuesto, el sistema educativo tiene que tener en el centro de la diana el aprendizaje y desarrollo madurativo del alumno, es su razón de ser, pero en el marco de la aplicación de las pedagogías y los derechos del alumno, se viene dando una práctica favorecedora hacia el alumno, que pretendiendo beneficiarlo, paradójicamente lo está perjudicando.
Esta situación se ve avalada por el hecho de que son muy habituales los comentarios entre profesores de que si aprueba el alumno es él quien aprueba, pero si suspende es el profesor el culpable, lo que implica que la mayor responsabilidad es atribuida al profesor, pues si el alumno suspende es ocasión para que el profesor revise su labor docente: ¡puede que algo no esté haciendo bien! En muchas ocasiones, con motivo de reclamaciones, es habitual ver cómo el alumnado obtiene resultados favorables, simplemente porque la no aplicación completa de la burocracia por parte de un profesor le exime a éste de la razón y el sistema la otorga al alumno. Es mucha la burocracia destinada a reconducir a los alumnos que suspenden. Es habitual el comentario que recoge la idea de que el sistema lo que quiere es que el alumno apruebe. El nivel de asignaturas suspensas para poder titular es cada vez mayor en todas las etapas. 
Y todo ello conduce a la siguiente reflexión: si todo son facilidades para con el alumno, en realidad, ¿el sistema es justo con el alumno?  Una de las máximas del derecho administrativo es la igualdad, mérito y capacidad, por lo que lo justo es que a cada persona se le considere según sus capacidades y sus méritos, es decir, por lo que la persona esté dispuesta a realizar y dar de sí misma; la misma ley educativa habla hasta la saciedad de la diversidad, de la singularidad de cada alumno, de implementar metodologías inclusivas para todos, del diseño universal de la educación -adaptada a todos y cada uno-, pero si al alumnado de hoy no se le considera según su capacidad de esfuerzo máximo y según sus variadas capacidades, no se le hace justicia, pues no se trata a cada cual por lo que vale. 
Ello quiere decir que el sistema educativo apunta en sus ideales teóricos a unos propósitos justos, pero en la práctica toma cada vez más medidas para dar facilidades para aprobar, no repetir, conseguir el título en condiciones muy laxas. 
Dar muchas más facilidades al alumnado no significa contribuir a que sean mejores, sino que conlleva hacerlos más vulnerables, quizá menos capaces para los retos que el sistema laboral o el sistema social les puede presentar en el futuro, y como apunta la psicología: menos resistentes a sus propias frustraciones.
En el fondo, el sistema educativo que pretende igualar a todos con el mismo título, está restando importancia y valor a la libertad de cada cual para conseguir sus propias metas y objetivos, pues el estado cuasi lo regala. Quizá sea más importante la cantidad de alumnos con títulos por generación, que la calidad humana de cada generación para afrontar sus propios retos vitales. Paradójicamente, a medida de que el número de ninis va en aumento y el número de suicidios también aumenta entre la población joven, algo está fallando en la base del sistema social, la educación.
Vemos un sistema educativo muy preocupado por favorecer un perfil muy tecnológico del alumnado, por hacer a los alumnos muy competentes para el s. XXI, pero muy despreocupado por los valores clásicos de fortaleza humana: el esfuerzo, la capacidad propia, el desarrollo y madurez de la inteligencia reflexiva y crítica, la humanidad y el humanismo. Quizá el sistema vive en el dislate entre lo que pretende con la teoría -aunque tampoco es profundo- y lo que realiza con la práctica o en el divorcio de perseguir lo novedoso y actual, y olvidar lo clásico y perenne. El perjudicado: el alumno.