Antonio Herraiz

DESDE EL ALTO TAJO

Antonio Herraiz


Es gratis

17/02/2023

La chapuza de los trenes de Cantabria y Asturias da para muchas chanzas. De Pepe Gotera y Otilio a Manolo y Benito; del tren de la bruja a versiones de todo tipo con música del Chacachá del Consorcio. No tiene ninguna gracia. Han pasado tres semanas desde la filtración del bodrio y lo único seguro es que las máquinas no echarán a rodar, como pronto, hasta 2025. No ha dimitido ningún alto cargo del Ministerio de Transportes y su mayor aportación al caso ha sido una matización a la versión inicial: el problema no era que los trenes eran demasiado grandes y no cabían por los túneles, sino que eran pequeños y no pueden circular por las vías. Aunque la justificación que ofreció el secretario general de Infraestructuras, Xavier Flores, es mucho más rebuscada, lo que dijo este prodigio de la ingeniería española puede reducirse a eso. En definitiva, da lo mismo. No tenían la información correcta sobre las medidas de los gálibos o no la interpretaron de la forma adecuada. La conclusión a la que llegan es idéntica y la puesta en servicio de estos trenes se retrasará tres años. Para completar la pifia, Renfe y Adif anuncian dos ceses que, en realidad, ya estaban previstos con anterioridad. Uno de ellos se jubilaba y la otra persona destituida había comunicado su traslado a un puesto diferente.
Por muy chusco que parezca el tema, por muchos memes que haya generado, es la prueba de la degradación de un servicio público que no se limita a la chapuza de Cantabria y Asturias ni tampoco a Extremadura. Es cierto que los incumplimientos con esta última comunidad autónoma son flagrantes. Si tu tren llega a tiempo a Mérida es para celebrarlo como si te hubiera tocado la lotería, pero los fallos trascienden de lejos a los extremeños. El servicio ferroviario español está en decadencia y lo comprueban a diario los usuarios de toda España. En los últimos días, en los Cercanías de Madrid se han vivido dos escenas muy significativas. La semana pasada, varios pasajeros la emprendían a golpes contra uno de los trenes al comunicarles, un día más, que una avería afectaba a varias de las líneas. En su desesperación, por no llegar a tiempo al trabajo, a una cita médica o donde fuera, insultaron a los maquinistas, que no tienen ninguna responsabilidad. Este jueves, ha vuelto el caos. Una supuesta avería eléctrica -según la versión oficial- generaba demoras importantes en la mitad de las líneas de Cercanías Madrid, para el cabreo general de los que incluso tuvieron que buscar alternativa para llegar a su destino.
Aquí no van a anunciar ceses ficticios, como en el caso de Cantabria y Asturias, porque el problema es general y va más allá. Tendrían que purgar a medio ministerio de Transportes, con su titular incluida. Solo falta que Raquel Sánchez salga mañana y nos persuada diciendo que coge el Cercanías a diario y que va a todo tren, siguiendo la senda de los creadores de 'en el metro se habla de la renovación del Poder Judicial' o 'busco ofertas y ya noto la bajada del precio de los alimentos'. El pago de peajes políticos está provocando que en demasiados puestos no estén los profesionales más adecuados. Lo saben bien los trabajadores de Correos, lo sufre la plantilla del CIS del socialista Tezanos y es el día a día de muchas empresas públicas convertidas, en sus puestos directivos, en una agencia de colocación más. Mientras, en el caso de los usuarios del tren de Cercanías, ni siquiera les dejan margen para el pataleo: «¿De qué te quejas, si es gratis?».