Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Belleza y destrucción

23/09/2021

Las imágenes en directo se amontonan. La tecnología se cuela en nuestras casas. Lo lleva haciendo años. Entra y nos trae cualquier rincón del mundo y nos muestra el instante como si nada fuera imposible, como si la magia hubiera desaparecido para convertirse en eterna realidad. Abre la puerta sin permiso y se instala en tu salón, en la habitación o en la cocina mientras comes, intentas conciliar el sueño o cocinas. Y te lleva a su terreno, a lo que se está viviendo a tu lado o a miles de kilómetros. Da igual las distancias, el cambio horario, incluso la peligrosidad del hecho o las circunstancias. 
Los aviones estrellándose contra las torres gemelas o el desplome de las mismas, por ejemplo, jamás se borrarán de nuestro disco duro. Estos días de atrás era recordado ese 11S de hace ya nada menos que 20 años, que son muchos pese a lo que cante el bolero, una fecha que cambió el mundo, que nos hizo revivir cómo la crueldad del hombre no tiene límite. Vivir en directo lo que otros viven, adentrarse en sus sentimientos, compartir con impotencia la propia impotencia de los demás.
Imágenes que no se borran, que impactan como la más personal de las noticias, como la sorpresa más deseada. Y ahí están. En los bares, en el autobús, entre amigos, familiares o compañeros… la conversación de estos últimos días es la misma: La Palma. Esta isla, llamada la ‘Isla Bonita’, desgraciadamente acapara la atención de acá y de allá porque el volcán de Cumbre Vieja despertó de su largo sueño.
Las primeras instantáneas de la erupción volcánica, con ese rojo inmenso e intenso en la noche cerrada, son difíciles de superar en belleza. El despertar del volcán, el crujir de la tierra, su explosión, esa llama de fuego poderosa y atrayente, el avance de la lava desde la distancia… se convierten en un verdadero espectáculo lleno de grandiosidad. No hay mayor obra de arte que la que la propia naturaleza es capaz de entregarnos. Para bien, para mal. Fijar la mirada y parar el tiempo para observar como se observa un magnífico cuadro. Y ante tal belleza uno empequeñece. Pero la mirada no se fija en un tiempo que no se puede parar. Al contrario, pasan los minutos, las horas… y es en ese correr, en ese avance de la lava, donde se va mostrado otras imágenes que hablan de lo que hay detrás del escenario: desolación y pérdida.
Esta ‘Isla bonita’ de calles adoquinadas, casas coloridas y balcones de madera; este hermoso rincón canario rodeado de volcanes, de plantaciones de plataneras, de tierras áridas o llenas de pinos y hermosas cascadas como se observan en el Parque Nacional de la Caldera de Taburiente, ve cómo una parte de su corazón se muere, cómo el esfuerzo de toda una vida queda enterrado bajo las cenizas, cómo en un instante se pierde todo. 
Y es increíble que tras tanta belleza se pueda esconder semejante destrucción.