Antonia Cortés

Desde mi ventana

Antonia Cortés


Pilar Muñoz

02/02/2023

Han transcurrido más de tres décadas. Una mira hacia atrás y siente cierto vértigo. La vida pasa demasiado deprisa; no es el tiempo, que siempre es el mismo. Una hora no dejará de ser 60 minutos ni 60 los segundos que marcan cada minuto. Pero nos vamos haciendo mayores y la sensación es que el tren se convirtió en avión. Pienso en Pilar Muñoz, en su jubilación, y retorno al inicio de aquellos años periodísticos, los suyos, los míos, y lo primero que veo es su sonrisa. Si busco en su forma de trabajar, entonces salta inmediatamente la palabra meticulosidad.
Nos hicimos amigas cuando ella trabajaba en La Tribuna y yo en Lanza. No éramos competencia. Nos unía más las ganas de vivir, de disfrutar de un oficio -como diría García Márquez- que nos sorprendía cada día, de aprender. Ella no era periodista de carrera, pero lo era de nervio, de vocación, de ganas. Ojalá muchos de los que han estudiado tuvieran su empuje. Buscar, contrastar, publicar.
Escribo estas líneas a la vez que las vivencias pasan como fotogramas. En orden, sin orden. Y aparecen risas, tensiones, cierres, confidencias, una copa o dos, una exclusiva, ese tiempo que siempre falta… Pilar era la mejor en Cultura. En aquellos años, el Festival de Teatro Clásico de Almagro atraía las miradas de los más grandes. Periodistas de medios nacionales pasaban semanas cubriendo las distintas obras. El nombre de la redactora de La Tribuna, Pilar, estaba a la misma altura que, por ejemplo, el de Rosana Torres de El País. Y no solo teatro. Nadie mimó a los artistas y pintores de esta tierra como ella lo hizo. Sabía, le gustaba, se preparaba.
Recuerdo una noche de principios de verano de 1992. Pilar había entrevistado a un cantaor de Puertollano. Al salir de nuestros respectivos periódicos nos fuimos a tomar algo al Torreón. El cantaor apareció con su compadre, quien allá, en mitad de la calle, se empeñó en leerme las líneas de la mano. «Antes de que acabe el año, has cambiado de periódico», me dijo. Aquella noche hicimos risas de esa y otras afirmaciones de futuro que pasaron al olvido. Y llegó diciembre. Manuel López Camarena, entonces director de La Tribuna, me llamó un día. Poco después, estaba sentada al lado de Pilar. El año no había acabado… ¿Casualidad? Después, emprendí el vuelo mientras Pilar permaneció fiel a su periódico. Y a nuestra amistad.
Pero no era buena solo en cultura, sección que con dolor de su corazón dejó de hacer tiempo después. Pilar era la mejor en sucesos, tenía ese rigor que la convertía en una periodista fiable, respetuosa, con cabeza y corazón. También cuando cubría tribunales. Y, por si fuera poco, contaba con el mayor tesoro que puede tener un periodista: las fuentes. Cuántas veces le habré dicho que eran sagradas… Generosidad.
Ahora toca parar el ritmo de esta vida loca. La echarán de menos.