Juan Villegas

Edeumonía

Juan Villegas


El difícil camino a las estrellas

04/02/2022

Anteayer tenía preparado para ser enviado a la dirección de este periódico un artículo distinto al que ahora el lector tiene delante. El motivo de este repentino cambio de planes se debe a un articulo de Toni Nadal que en esa mañana se publicó en prensa. Me pareció tan interesante este artículo que pensé que escribir sobre él podría ayudar en algo a difundir un mensaje que me parece que hoy es tan necesario como excepcional.  A estas alturas, por cierto, ya es difícil que haya alguien que no sepa que Toni Nadal  es el tío de Rafa Nadal y que durante muchos años, desde los inicios de la carrera del genial tenista  hasta 2017 ha sido su entrenador. Por lo tanto, posiblemente haya pocas personas a excepción de sus padres (y en algunas aspectos ni siquiera ellos) que conozcan a Rafa Nadal tan bien como él. 
De una manera o de otra, antes o después, quién no se ha preguntado sobre las claves del éxito de Nadal, sobre qué es lo que tiene, qué ha aprendido o cómo se ha preparado para haberse convertido en un jugador excepcional y único en la historia del deporte, admirado mundialmente. La respuesta no es ningún misterio y nos la ofrece aquella persona que mejor conoce a Nadal y que en gran parte ha contribuido a que sea hoy el gran campeón que es:  su sobrino, nos dice Toni,  desde los primeros entrenamientos, cuando aún era un niño,  se ha educado en la escuela de la dificultad. El camino de su éxito está en saber e interiorizar desde muy pronto que había que aprender de las dificultades y del sufrimiento, Non est ad astra mollis e terris via decía Séneca (no es el camino fácil desde la Tierra a las estrellas). Aprender para afrontar la dificultad sin escatimar nunca exigencia alguna. Haber aprendido a no quejarse, a enfrentarse siempre con buen ánimo a las largas horas de los entrenamiento diario, aprender que las cosas empiezan a salir bien después de trabajar,  trabajar y de trabajar más. Aceptar que la exigencia forma parte necesariamente del logro y que para llegar a él no hay atajos. ¡Y al final y después de todo está la guinda!: aprender y asumir que a pesar de todo el trabajo, de todos los esfuerzos realizados y de los años de preparación, el triunfo se nos puede escapar de las manos, o que si llega el éxito saber reconocer humildemente que no ha llegado exclusivamente por las propias fuerzas. Una perfecta síntesis entre la ética del mérito o del esfuerzo y una ética de la gracia que impide culpabilizar los fracasos y para la que todo éxito tiene mucho de don y de regalo. Este es el camino.  La ejemplaridad de la figura de Nadal no puede quedarse solo en el jugador victorioso que levanta los triunfos, la ejemplaridad tiene que ver fundamentalmente con lo que Cicerón llamaba uniformidad de vida o rectitud genérica, es decir, con lo que hay detrás de lo que podemos ver en el héroe (concepto este de ejemplaridad, por cierto, que tan bien ha desarrollado el filósofo español Javier Gomá en su ensayo Ejemplaridad pública y que recomiendo sin ninguna duda). 
Lo que resulta sorprendente a Toni Nadal, y no solo a él,  es que hoy todo esto sea algo excepcional,  material política y pedagógicamente incorrecto. Lo contrario es hoy, sin embargo, el modelo y los principios homologados de educación y de enseñanza. Modelos donde lo que se privilegia es sobre todo la diversión, el entretenimiento, evitarle al aprendiz el aburrimiento, las exigencias y a toda costa el sufrimiento. Quienes nos dedicamos a la educación podemos compartir con él lo que ha comprobado en sus muchos años de experiencia como entrenador de tenis acerca de cómo hoy «se han acentuado en los jóvenes la frustración, el hastío y el abandono enseguida de algo que les turba o no les sale inmediatamente como desean, necesitando recompensas inmediatas y el aplauso continuo ante el más mínimo avance». Aristóteles bien supo y así lo enseñó que el carácter se forja en el hábito, en la acción repetida una y otra vez, en el monótono empeño diario, en la fortaleza de una voluntad bien armada. El respeto que despierta Rafael Nadal es buena ocasión para recordarnos algunas cosas que por el bien de todos no trae cuenta olvidar. 

ARCHIVADO EN: Rafa Nadal, Tenis