Aurelio Martín

LA COLUMNA

Aurelio Martín

Periodista


Democracia local

01/11/2021

Unos de los grandes valores de la democracia son los derechos de los ciudadanos, principalmente en el ejercicio de la libertad, en el sentido estricto y respetuoso de la palabra, no el que se presenta desde un lado conservador, retorciendo la expresión. Posiblemente la transición, en algunos sectores tan denostada, fue la que hizo que se avanzara hacia un país que no conocía más que una dictadura donde imperaba el miedo, tras padecer una terrible guerra civil de la que aún hoy no se han curado todas las heridas, dicho metafóricamente, aunque quedan cunetas que hablan con el silencio. 
Después se han ido consolidando conquistas y quizá rebajándose otras, por efecto de las políticas, pero ya ejercidas desde la representación avalada por el voto y, en un mundo en el que la tecnología permite formas rápidas de comunicación, creciendo los populismos en exceso y obligando a expresarse en tiempo real, cuando pensar antes de hablar es totalmente imprescindible y aconsejable. Hay que volver a Machado: «La libertad no consiste en decir lo que se piensa sino en pensar lo que se dice».
Teniendo en cuenta que celebramos la Semana Europea de la Democracia Local es buen momento para reflexionar que es lo que se aporta por los ciudadanos que son la otra parte de este sistema de convivencia y cuya palabra es imprescindible, también su comportamiento con los demás, aunque este compromiso quizá deja mucho que desear.
En líneas generales da la sensación de que los habitantes de las ciudades solo se mueven cuando ven lesionados sus intereses y son menos los casos en los que, de manera solidaria, se trabaja por los demás, como lo demuestra la baja participación en algunas asociaciones de vecinos que, en otro momento, fueron auténticos movimientos por la democracia. 
Ni siquiera funciona, en general, como se planteó inicialmente en algunas capitales, el tema de los presupuestos participativos donde, al final, ganan las obras en los barrios que se movilizan con mayor intensidad. La democracia local está muy débil, principalmente en cuanto a la baja implicación de los actores que integran la sociedad. 
Desgraciadamente la única forma en la que intervienen muchos ciudadanos es a través de sus comentarios en las redes sociales donde lo que más impera es el mensaje del odio y el insulto, junto con la falacia, es decir el lenguaje tabernario que ya está quedando al descubierto en contra de algunas plataformas. 
Si internet, que realiza grandes aportaciones, apareció como un elemento democrático que facilitaba la intervención y la participación, lo que se está revelando, en la mayoría de los casos, es la falta de educación y la manipulación. La democracia es practicar la crítica al poder, entendiendo como total a todo aquel que se debe al servicio público, pero también arrimar el hombro y no recurrir solo a la queja y el lamento, hay que construirla entre todos, pero es triste que se llegue a este camino transitado por muy pocos.