Juan Villegas

Edeumonía

Juan Villegas


Conciencia ecológica y metafísica de las cosas

21/05/2021

El despertar en las últimas décadas de la conciencia ecológica está provocando que nos tengamos que replantear, como humanos,  nuestro lugar en el mundo y nuestro trato con el resto de las realidades naturales. Esta exigencia de cambio no es nada nuevo ya que a lo largo de la historia  nuevos descubrimientos y avances en el conocimiento de la naturaleza han llevado una y otra vez  a la necesidad de  cambiar la idea que del mundo y de nosotros mismos teníamos. A finales de la Edad Media el paso del geocentrismo al heliocentrismo    suponía cambiar de modelo cosmológico, desplazar la Tierra del centro del Universo, pero   también un cambio en la autocomprensión del puesto del ser humano en el cosmos. Aún mayor fue el impacto sobre esta autocompresión cuando en el siglo XIX Darwin con  la Teoría de la evolución  provoca  que a partir de ese momento sea imprescindible acudir necesariamente a las leyes de la biología para explicar el origen del humano, haciendo que la mirada hacia nosotros mismos y hacia la naturaleza cambie. Hoy,  como ha ocurrido en estas otras ocasiones, la nueva conciencia ecológica  ha empezado a exigir cambios radicales en nuestra manera de pensarnos  y de estar en el mundo, en la manera de relacionarnos con la naturaleza.

    Uno de los ámbitos donde empiezan a ser más visibles estos cambios es en la economía, al fin y al cabo, economía y ecología tienen la misma raíz etimológica porque sus asuntos son comunes. Y es que tanto la economía como la ecología tienen que ver con el cómo debe ser nuestro trato con las cosas, con las materias primas, la tierra, el mar, las montañas, los ríos, el aire, el agua, las plantas, los animales. En este sentido, ya se han puesto en marcha los cambios, cada vez más profundos, a nivel global, nacional y doméstico. Solo como muestra de esto, se podría señalar que en el Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia que el Gobierno ha elaborado para afrontar la salida de la pandemia del COVID-19 y los graves efectos que ha ocasionado sobre nuestra economía, entre los objetivos generales de este Plan figura en primer lugar el impulso a la transición verde. La economía necesariamente tendrá que ir adaptándose a esta conciencia y a las exigencias que se derivan de ella.

   Pero, por otro lado, este nuevo modus vivendi precisa nuevas reglas del juego,  será  necesario un proceso paulatino de reformas de los ordenamientos jurídicos  con el fin de adaptarlos a la nueva mentalidad de una sociedad que ya no fundamenta su relación básica con la naturaleza sobre la actividad productiva sino sobre una experiencia lúdica y estética. Un ejemplo muy reciente  de esto, en consonancia con los cambios que se han producido ya en algunos países, es la reforma que se está llevando a cabo de nuestro Código Civil en relación al estatuto jurídico de los animales. El artículo 13 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea califica a los animales como “seres sensibles” y esto exigía a los países miembros la adaptación de sus legislaciones a esta nueva normativa. En nuestro Parlamento este proceso ya se está realizando con la introducción de modificaciones en el Código civil con la finalidad de que desde el punto de vista jurídico queden diferenciadas las cosas y los animales. Un procedimiento similar se está siguiendo también en estos días en el Reino Unido. Los animales no son meras cosas y, en consecuencia, no pueden ser tratados como tales.

   No obstante, en esta dinámica acelerada de cambios que la pandemia está espoleando, ahora sí que ha comenzado el siglo XXI, no vendría mal que el despertar de la conciencia ecológica encontrase el apoyo de una sensata filosofía de la naturaleza, de lo contrario podríamos correr el peligro de empezar la casa por el tejado. Es necesario tener claro lo que las cosas y los animales son para saber cómo tratarlos, porque nuestras acciones están en relación con lo que cada cosa es. A un animal habrá que tratarlo como lo que es, de la misma manera, habrá que saber lo que distingue las plantas de los animales, los seres vivos de los inertes, los seres humanos de los no humanos para saber cómo debe ser nuestro trato con cada uno de ellos. El devenir de esta conciencia ecológica estará determinado, por tanto,  por la conciencia que tengamos nosotros de lo que la naturaleza es y representa para nosotros. Nuestro trato con las cosas, las plantas, los animales y las personas está determinado por lo que cada realidad es. Por eso, en este reseteo o replanteamiento global que estamos haciendo del mundo deberíamos, quizás, empezar por ir al ser de las cosas mismas.