Juan Villegas

Edeumonía

Juan Villegas


El IES Maestro Juan de Ávila: una pasión renovada

30/04/2021

Con un año de imprevisto e indeseado retraso y a pocos días de celebrarse la festividad del patrón de este centro educativo (el diez de mayo es el día de San Juan de Ávila, día que el instituto celebra con sus ya célebres jornadas culturales) se ha presentado el libro 175 años enseñando. El IES Maestro Juan de Ávila de Ciudad Real. Un instituto histórico.  La semana pasada, en el patio del antiguo Convento de la Merced, los autores de este muy interesante libro, Beatriz Crespo, Pedro del Real, Jesús F. López Maestre y Carlos Carnicer (los cuatro son profesores de instituto aunque hoy dos de ellos ya están jubilados) junto con su prologuista Francisco Alía, profesor de la Facultad de Historia de la Universidad de Castilla La Mancha, y Alfonso Caballero Klink, presidente del Instituto de Estudios Manchegos, institución que lo ha editado,   ante un publico reducido por las exigencias de un aforo mermado nos entregaban el fruto de un largo tiempo dedicado a la investigación  y al rastreo de datos y de información (muchos esperamos y deseamos que esta situación que tanto está limitando los actos públicos termine de pasar y pronto pueda hacerse una presentación del libro abierta a los alumnos y profesores del centro, a padres y a todos aquellos que quieran sumergirse en las interesantes páginas que nos hablan de una parte muy importante de la historia de nuestra ciudad y  nuestra provincia).  Creo que podemos decir que este acto, que ha sido la continuación de una extraordinaria exposición que durante algunos meses se pudo visitar también en el Museo Convento de la Merced, pone el colofón a las celebraciones que el Instituto Maestro Juan de Ávila de Ciudad Real ha llevado a cabo durante más de un año en torno al 175 aniversario de su fundación, fecha redonda que coincide  con hechos y circunstancias por los que atravesamos, especialmente singulares  y que, de alguna manera, nos pueden retrotraer al tiempo en que se inauguró este instituto.

   Toda celebración del aniversario de un nacimiento  significa y es ocasión para el renacer, para una renovación de la ilusión que siempre suelen traer los inicios de algo y de los impulsos creadores de los comienzos. Celebrar que se nació es no haber desesperado definitivamente en el fracaso y es volver a experimentar la fuerza renovadora del origen y del acto  fundacional.  Por eso, si lo que impulsó la creación de este instituto allá por 1837 fueron los aires de la Ilustración que  quisieron traer hasta este pueblo manchego  los Amigos del País de Ciudad Real que solicitaban la creación de una Escuela de Filosofía (en realidad, por esta época, los philosophes eran llamados comúnmente a los exponentes de las “luces”) y que pocos años después, en 1943,  gracias al General Espartero, natural de Granátula de Calatrava, se hacía realidad con la creación de un Instituto de Segunda Enseñanza, superando con mucho las expectativas de los promotores,  entonces este libro y la alargada celebración del 175 aniversario nos pueden volver a traer lo aires  de una renovada Ilustración con los que deshacer la niebla densa de la confusión y la ignorancia que hoy como entonces, con otras formas y otras maneras, también nos envuelve. Una niebla invisible,  como la  de la pandemia que ha apagado la luz en las calles, en los centros de trabajo, en las casas y también en los colegios, institutos y universidades, que ha   bajado la persiana de las  aulas y ha mandado a su casa a miles de alumnos,  la niebla de la irracionalidad, la estulticia y de la desinformación que extiende la confusión, el fanatismo y la intolerancia. Entonces se pensaba que la educación era el instrumento clave para el progreso, capaz de conducir al ser humano desde la ignorancia hasta la realización personal y social. Consideraban que la educación convertía al alumno en una persona preparada para valerse de su propia razón y que era el mejor medio para difundir la cultura y para destruir cualquier tipo de prejuicio, intolerancia u oscurantismo. Hoy como ayer también se necesita que soplen los aires de una nueva Ilustración con su rehabilitada razón, una razón extensa que, como bien ha señalado Habermas,  supere la decantación positivista y tecnocrática  de la razón desatada, el reduccionismo cientificista y una visión pragmática, instrumental e interesada del conocimiento, una razón a la que no le esté prohibido volar los cielos de lo humano y que encienda las escuelas de pasión por la verdad.