Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


Cataluña, camino de las urnas

01/02/2021

El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha hablado. Las elecciones serán definitivamente el 1-F. Sin más dilaciones ni más aplazamientos. Se despejó el interrogante. Una decisión que, por supuesto, no es compartida por muchos sectores de la sociedad. En primer lugar, por el bloque secesionista que pretendía aplazarlas hasta mayo para diluir el llamado ‘efecto Illa’, más un mito que posiblemente una realidad palpable en número de votos. También pesan en el ánimo de la población las difíciles circunstancias que se están viviendo desde el punto de vista sanitario. Cierto que la pandemia atraviesa momentos muy complicados, inquietantes y peligrosos, con el arrastre de lo ocurrido durante las Navidades, con el consiguiente incremento en las cifras de contagios e ingresos hospitalarios.
Se entiende a la perfección que haya mucha gente reacia a participar en los comicios por recelo o, sencillamente, por miedo. Se han dado casos de que el familiar de algún fallecido por la enfermedad  ha sido convocado a participar en una mesa electoral. Son situaciones extrañas que hacen muy complicada la celebración de unas elecciones en condiciones de normalidad.
Sin embargo, está el caso bien cercano de Portugal, con unos índices de contagio disparados también tras las festivas celebraciones navideñas, que acaba de consumar unos comicios con una participación en las lindes de lo habitual y sin mayores contratiempos ni sorpresas. Lo importante es garantizar las medidas de seguridad y respetar los criterios sanitarios que se están difundiendo de las instancias oficiales y médicas para esta cita.
Mantener el suspense sobre la celebración de las elecciones no es bueno para la estabilidad una sociedad ya políticamente tan atribulada como la catalana, con un panorama tan delirante como el que provoca que los principales protagonistas de la campaña van a ser unos tipos que estaban hasta hace dos días en prisión por haber participado, promovido e impulsado un golpe contra la convivencia democrática y el orden constitucional en nuestro país. Surrealista. Disparatado. Así es la Cataluña actual, el remedo de una comunidad que fue moderna y ahora no es más que la sombra de un espejismo.