Javier D. Bazaga

NOTAS AL PIE

Javier D. Bazaga


Sin victoria clara a la vista

24/02/2023

Ha pasado un año ya desde que comenzó lo impensable. Un año desde que el presidente ruso, Vladimir Putin, decidiera invadir Ucrania intentando apropiarse de algo que consideraba suyo –en un episodio de delirio imperialista– iniciando así una guerra injusta, inmoral, y desproporcionada.
Un año en el que han muerto miles de ucranianos, otros miles que han sido desplazados, refugiados –3.000 se han acogido en Castilla-La Mancha– o huido. También en el que han muerto centenares de soldados rusos. Otros han cometido los más horribles atentados y crímenes contra la población civil que se ha quedado en el territorio, torturas, violaciones, asesinatos…
Un año de no creer que una guerra pudiera estallar en pleno siglo XXI, a un paso de la frontera con Europa. Cosa que, por otro lado, ha hecho que Europa, la Unión, se haya visto en la necesidad de renovar su «acuerdo», no para hacer frente a un mercado económico común, dominado por las grandes potencias, sino para analizar la posibilidad de aprovechar esa coordinación para dar una respuesta conjunta, como ya hizo con la pandemia, a una guerra que no tiene justificación alguna.
Un año en el que Europa se ha preguntado qué pasaría si tuviera que entrar en guerra. Pregunta a la que ha evitado hasta ahora dar respuesta. Primero con distintos paquetes de sanciones económicas, bloqueos comerciales, embargos a oligarcas, intentos de estrangular la economía rusa… Después con el envío de armas, munición y material bélico para ayudar a las tropas invadidas, para defender sus posiciones y su territorio. Lo último, con el acuerdo para el envío de tanques Leopard 2 en un nuevo paso más que cualitativo en el desarrollo del conflicto. Pero, a diferencia de con la pandemia, cuya respuesta fue unánime, ágil y dinámica, en este caso se ha caminado con pies de plomo, con pequeños pasos y muy discutidos que han hecho dudar de la fortaleza de la Unión Europea.
También un año en el que hemos padecido los efectos económicos de esa guerra, con la escalada de precios de la energía, escalada de precios en los alimentos, escasez de suministros y materias primas, encarecimiento de los costes de producción, tensión en las cadenas de distribución… 
Uno de los hitos más llamativos de este año se ha producido en esta última semana, en la que el presidente de EEUU, Joe Biden, visitaba por sorpresa en Kiev al presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski, en un gesto más que simbólico y con la promesa de destinar unos 460 millones de dólares en ayuda militar. El otro, el de la compra conjunta de munición por parte de la UE, ahora sí, como se hizo con las vacunas en su momento. «Tenemos que acelerar la ayuda militar a Ucrania» decía el alto representante para la Política Exterior de la UE, Josep Borrell, y explicaba que si es verdad que, como todos los líderes europeos piensan, es Ucrania quien tiene que ganar la guerra y no Rusia, «tenemos que pasar de las palabras a los hechos». La única pega a esto es que, después de un año, no parece que en esta guerra vaya a haber un vencedor y un vencido, porque el que debería perder, ya ha dicho que «es invencible», y morirá matando.