José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Tres fotógrafos

15/06/2021

En uno de los textos del catálogo de la magnífica exposición que comisarió en 2003, para el Reina Sofía, sobre Catalá-Roca, escribía Andrés Trapiello que gracias a la fotografía hay instantes que nos hacen creer que hemos vivido otras vidas. Esa muestra se refería a ciudades en una época que el escritor no había vivido. Pero en los tres libros de estos fotógrafos —tres generaciones, pero tres observadores contemporáneos— que en estos días han atrapado mi mirada, el tiempo tan cercano que relatan sus imágenes parecía trasponerse, sin embargo a vidas, lugares, atmósferas de otra temporalidad.
Tres fotoperiodistas distintos que acaso puedan compartir ese mismo arrojo poético de los reporteros de siempre, y que no sé por qué se han juntado sin premeditar en esta columna. El caso es que había manejado no ha mucho el libro de Manuel Ruiz Toribio Almagro (Alambre), cuando poco después me encuentro con el volumen Pablo Lorente, fotografías (BAM) y el sábado Gustavo Catalán me firmaba su Una mirada atrás. Fotografías de la Transición (1975-1982) (Almud). Que menudeen en las librerías cuidadas ediciones sobre nuestros fotógrafos es para felicitarse y ocasión para el disfrute. Porque el fotoperiodismo ya conquistó su propia narratividad estética y es un género apasionante. 
El trabajo de Ruiz Toribio (Ciudad Real, 1960) hace tiempo que lo conocemos. En enero de 1986 ya tuve ocasión de escribir de su primera exposición en el Ayuntamiento, cuando no se hacían este tipo de muestras, y sorprendió la frescura, el atrevimiento, la verdad y la cercanía que destilaban aquellas imágenes de la calle; sus fotos enriquecieron mis reportajes y crónicas de otro tiempo; al reporterismo prolongado lo ha ido sustituyendo por el documentalismo monográfico en América y en su tierra; Guadianas y Almagro son libros a contraestilo, como pinturas de Caravaggio, íntimos, rebeldes. Pablo Lorente (Albacete, 1981) dirigió la sección fotográfica de La Tribuna y tiene ya un gran recorrido profesional, como bien demuestra en este libro, donde talla sus imágenes como un escultor de sueños y claroscuros. A Gustavo Catalán (Madrid, 1951), cuyas fotos nos han acompañado, en Diario 16 y en El Mundo, cuando vivíamos ilusionantes y duros días de cambio y consensos, y Suárez le daba fuego a Felipe mientras negociaban los Pactos de la Moncloa, le dije que era todo un clásico del fotoperiodismo español y compartíamos que ahora hay más censura y más dificultad para el trabajo de los fotorreporteros que entonces, y donde la propaganda, lo digo yo, inunda todo.
Un trío de actitudes y miradas, tan diferentes entre sí, que me permito agavillarlas, porque puede que transiten otras vidas. No otro es el misterio del arte.