José Luis Loarce

Con Permiso

José Luis Loarce


Panfleto museográfico

28/06/2022

Si como escribía hace nada Félix de Azúa, en el hueco quincenal donde le ha escondido ahora su periódico de siempre, «el tronco de la ideología está podrido y hueco», el madrileño Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía debe sufrir algo parecido. Su renovada colección permanente (?) y sus exposiciones temporales parecen que quisieran corroborar otra de las afirmaciones del citado intelectual barcelonés huido a la capital: el «hundimiento absoluto de las artes y, cómo no, su refugio en la política».
La reforma practicada lleva por título Vasos comunicantes. Colección 1881-2021, pero en lo que comunica no sé si el espanto es superior al asombro o la empanada activista-ideológica del nuevo concepto museográfico sobre lo que es hoy el arte contemporáneo rebasa los límites. Sin duda alguien acaba de inventar lo que ningún otro centro de arte contemporáneo del que uno tenga noticia en el mundo. No existe aquí un criterio cronológico en secuenciar la Historia del Arte desde el siglo XX en adelante, en mostrar los movimientos plásticos y tendencias encarnados en sus creadores, en enseñar más o menos didácticamente la evolución de las vanguardias hasta las expresiones últimas. El Reina Sofía no es, a la fecha de hoy, un museo de arte sino un gigantesco manifiesto ideológico-crítico, que abarca, en un totum revolutum, desde el 15-M de la Puerta del Sol hasta los eco-feminismos radicales, lo antipatriarcal y anticolonial, la desobediente sostenibilidad identitaria, el antiliberalismo panfletero, y otros lugares comunes contra los que podría posicionarse cualquier persona decente; todo ello trufado de incursiones aisladas en la fotografía, el urbanismo/arquitectura, alguna figura de entreguerras y el Guernica —buque insignia que imanta toda la atención y encaja, desde su mitología por la paz, en este atropellado discurso—, rodeado del Pabellón español de París, y del surrealismo, con varios Mirós y Dalís desperdigados (su gran retrato de Buñuel, en un cuartito oscuro), y donde se concentran los turistas, principales visitantes de este enorme trasatlántico zozobrado. Algunos de sus textos expositivos hablan, por ejemplo, de «repensar colectivamente el mundo», de «ensayo visual que revisa las derrotas del siglo XX» o del neoliberalismo en que se fundamenta la Unión Europea.
Requeriría varias páginas del periódico para escrutarlo a fondo. Ni Tàpies, ni Chillida, ni Antonio López («…él está haciendo su trabajo y yo el mío», ha declarado, resignado, sobre el director Borja-Villel, responsable de la remodelación, que ha llegado a calificar las críticas de «malsanas e intolerantes»). Ni el expresionismo abstracto, ni el El Paso, ni Equipo Crónica, ni Gordillo, ni Barceló, ni el conceptual, ni los NFT digitales… Nada envuelto en la nada. Salas y salas vaciadas de arte y vacías de público, en lo que debería ser nuestro primer museo sobre arte actual.