Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


Política: pensar mejor que sentir

24/05/2022

Hasta los problemas irresolubles, por ejemplo, el porcentaje de personas desempleadas en España, suelen tener una explicación. O al menos gran parte del conflicto, aunque siempre sea tarde, revela un posible origen: si dejas que los ciudadanos se formen sin enseñarles sus derechos, puedes conseguir una sociedad maleable, aprovechando la desinformación. Ese campo libre lo puedes emplear incluso para desarrollar buenas políticas sin que arraigue a cada momento un tormentoso debate. Lo que ocurre es que con ello se empuña un arma de doble filo: esas mentes, a veces llenas de ciencia o idiomas, pero sin sentido crítico, ni conocimiento histórico, ni conciencia de los derechos, tienen una zona desocupada que llena el primero que se presenta.
Las sociedades acríticas y complacientes llegan a un momento, por lo general cuando se acaba el trabajo y el dinero, que dejan de serlo. Siempre, pero siempre, es más fácil que en ellas, entonces, penetre la consigna antes que el pensamiento, la generalidad manipulada, antes que la precisión reflexiva. Y existen unos expertos en rellenarnos este hueco descuidado por generaciones de demócratas: esos son los nacionalistas, sean fascistas o comunistas (todavía ignoro la diferencia entre ambos), a los que se vuelve a tardar varias generaciones en parar y vencer.
Mientras, reina su mentira entre personas que matarían por creer que llevan toda la razón y que no se molestan en escuchar al resto. En los tiempos críticos se visualiza una amplia masa de personas, convencidas desde la clarividencia de sus entrañas, de que todo vale para saltarse la organización social. Si es evidente que chocan con la democracia, pues entonces es que es la democracia la que está mal. Si ese argumento no se puede vender, pues habrá que negar la mayor: es que entonces no hay democracia. Estoy convencido, permítase la reiteración, del 'convencimiento' de un millón de catalanes sobre sus certezas o de los cientos de miles de personas que creen que el sector público se protege con impuestos más altos, o que el desempleo se combate atando corto a los que despiden (los mismos que pueden contratar).
Lo que me duele es la conocida utilización de esa certeza insostenible por parte de aquellos que sí que conocen todo este proceso de comportamiento gregario. Esos son los peligrosos.