Dice García Page, presidente de Castilla-La Mancha, que estas Navidades lo serán al 90%. Casi todo, pero no todo, porque le falta un poco del final. Todo ello con ánimo de no desanimar a la parroquia electoral y, sobre todo, con ánimo de no desanimar a los sectores de actividad más beneficiados con las celebraciones navideñas:loteros, perfumeros, hosteleros, hoteleros, comerciantes, restauradores y cadenas de distribución y venta. Más bien, esa afirmación porcentual, parece justificada por producirse en plena fiebre comercial del Black Friday y apunta a algún tipo de descuento permanente. 
Lo que resulta difícil es entender el porcentaje calculado con tanta precisión matemática y estadística por el presidente García-Page y sus asesores de imagen navideña. La Navidad o se celebra –como ocurre en los países de raíces cristiano-occidentales– o no se celebra bajo ningún concepto, como ocurre en los países de tradición islámica o budista. Lo que es una rareza es lo predicado por García-Page de la Navidad al 90%. Es como si un musulmán residente en Roma decidiera celebrar la Navidad cristiano-occidental, pero sin excesos. Podría haber optado por el 50%, para compensar y repartir responsabilidades. 
Hay cuestiones que son o no son, sin ambages y sin términos medios como la leche y el betún. Y que, por lo tanto, caso de ser lo serán al 100% o al 0%. No se es católico –o musulmán, o budista– al 75%. Como si sólo fuera un ejercicio de semana religioso, pero no de fin de semana. Se está casado o se está soltero, pero no se dice de alguien que esté casado al 70%, salvo que con ello se señale alguna infidelidad que penalice el porcentaje pleno al que da derecho el matrimonio mismo y de ahí el descenso en la cotización marital. De igual manera se es de una raza determinada –blanca, negra o amarilla– o no se es de esa raza predicada. Se me objetará que los mestizos son de hecho una mezcla de dos de ellas y que, por tanto, significarán en el individuo resultante un porcentaje determinado, con lo cual se puede ser blanco al 66%.
Con la Navidad ocurre lo mismo que con las religiones y los matrimonios. No caben términos medios, salvo que con ello se aluda a la estrechez económica del curso que termina. O la anormalidad que se viene viviendo cerca de los dos últimos años. Será que la vida misma se está desinflando y ya va por el 80%.