Elisabeth Porrero

Elisabeth Porrero


Lo que no hacemos a solas

09/11/2022

Hace años le comentaba un conocido mejicano a un amigo que le llamaba la atención la costumbre que tenemos de ir siempre en parejas o grupos en España. 
Sigo observando que, pasado el tiempo, no nos abandona esa idea de que es mejor asistir con alguien a cualquier evento social, viajar e incluso tomar un café o comer o cenar fuera de casa. Por supuesto que somos seres sociales y es maravilloso compartir momentos con gente querida o conocer personas nuevas mientras se llevan a cabo aficiones comunes.
Está claro que somos seres sociales y nos necesitamos para vivir en plenitud y, probablemente, para sentirnos más felices. Pero también es cierto que, tal vez, no sepamos a veces pasar tiempo en soledad. La RAE define, en una de sus acepciones, este sustantivo como la carencia voluntaria o involuntaria de compañía. Suele decirse que elegida es maravillosa pero impuesta no tanto.
Es común que dejemos de hacer algo que nos gustaría o que en un momento determinado nos apetece mucho por no hacerlo solos. Así nos podemos perder alguna experiencia que nos proporcionaría un rato o unos días  agradables por miedo a aburrirnos, por el qué dirán, porque nos da vergüenza, porque nos puede la timidez o porque no sabemos ni cómo sentarnos ni qué gestos poner ni hacia dónde mirar si no tenemos al lado una persona interlocutora cuya compañía parece que nos otorga cierta protección. 
Parece como si nos diese miedo estar solo con nosotros mismos y enfrentarnos a nuestro yo sin nadie más. 
Observo mucho estas situaciones y sí, es cierto que, por ejemplo, en el cine veo, de vez en cuando, a personas que acuden solas a disfrutar de una película. En cambio, en teatro, conciertos o bares lo que abunda, con una aplastante mayoría, son parejas o grupos. 
También es cierto que en ciudades grandes sí he visto a más gente solitaria que acude tranquilamente a tomar algo o a comer a un bar  que en las ciudades pequeñas, donde igual aún no hemos superado estas manías o sentimos más presente el hecho de 'nos miren raro' si acudimos sin compañía.
Personalmente, creo que es bueno alternar ambas opciones. Es necesario compartir momentos y cuidar la amistad y la familia, pero también es bueno regalarnos momentos y disfrutar de un rato de soledad mientras disfrutamos de una bebida o comida, del arte o de la naturaleza. Además de necesitar a los demás y, para ayudarles mejor, necesitamos estar bien nosotros mismos.  Y mucho de ese bienestar podemos alcanzarlo dedicándonos ratitos con la única compañía de nuestros pensamientos y sentimientos. 


 

ARCHIVADO EN: España, RAE, Teatro, Conciertos