Pilar Gómez

MIS RAZONES

Pilar Gómez


El Rey y Cataluña

08/03/2021

Horas antes de que el Rey llegara a la sede de la SEAT en la localidad de Martorell, los empresarios catalanes habían lanzado un manifiesto en aras del diálogo y en contra de la violencia desatada en las calles de algunas ciudades de la región. Un documento que, dicho sea de paso, contenía expresiones más firmes en su versión en castellano que en catalán. He ahí al doblez de un estamento de la sociedad catalana, el empresarial, siempre tan acomodaticio con el poder, aunque esté encarnado por partidos que intentan permanentemente desmontar nuestra Constitución. O, simplemente, dinamitarla.
No hubo representación de la Generalitat en la visita de Felipe VI a la casa del mayor inversor industrial de nuestro país y de Europa. El sector del automóvil representa en su conjunto el 11 por ciento del PIB nacional, y tiene una presencia fundamental en el mundo económico de Cataluña. Detalle que poco le importa a la Generalitat. A la actual y la anterior y a la que venga. No asistió nadie del Gobierno catalán a este desplazamiento del Jefe del Estado porque ERC, que ostenta provisionalmente el mando de la comunidad, está en negociaciones con la CUP, una formación antisistema, proviolenta, anarcoide y de extrema extrema izquierda. Una negociación que todo lo condiciona y todo lo describe, y anuncia los tiempos que vendrán. Más crisis, más ruina, más dolor para una Cataluña que fue ejemplo de vitalidad y ahora es el símbolo de un hundimiento.
He ahí el retrato cabal de lo que ocurre en esta comunidad. Más de tres mil empresas huyeron de allí espantadas  tras el pronunciamiento secesionista de hace tres años. Quedan algunas, como la SEAT. Asunto que no es motivo suficiente para que los partidos secesionistas que controlan los mandos de esta autonomía tengan a bien dedicarle siquiera un gesto de atención.
Los representantes empresariales sí parecen haber reaccionado. Tarde, muy tarde. Hace diez años arrancó Artur Mas su proceloso camino hacia la secesión, con el empeño tan sólo de salvarse él mismo, y nada han dicho al respecto. Han mirado hacia otro lado o, incluso, lo han alentado con la sonrisa y hasta el aplauso. El Rey estuvo donde ha de estar. Y acompañado del presidente del Gobierno, todo un síntoma de cómo se observa ahora el problema nacional desde La Moncloa. Un cambio que tranquiliza.