Alejandro Ruiz

EL REPLICANTE

Alejandro Ruiz


La procesión va por dentro

01/04/2021

Lo de que ‘la procesión va por dentro’ tiene que ver con la antigua costumbre de realizar las procesiones religiosas en el claustro de los conventos o en el interior de los templos, bajo cubierto, cuando la lluvia arreciaba e impedía procesionar. De ahí la frase proverbial que viene al pelo cuando alguien soporta sus cargas en silencio, pero mostrando normalidad y serenidad hacia el exterior, fingiendo que nada pasa, a pesar del sufrimiento interno.
En este Jueves Santo pandémico sin desfiles procesionales, con especial incidencia para nuestra Región en la peculiar Semana Santa de Cuenca y Toledo, por aquello de estar declaradas Fiestas de Interés Turístico Internacional, nuestra difícil coyuntura personal, social, sanitaria y económica incrementa nuestra angustia en el hervidero interno de las dificultades, las inseguridades y las contradicciones disimuladas y ocultas. ‘La procesión va por dentro’.
Por el contrario, pese a que no vivimos tiempos fáciles para casi nadie, es muy recomendable afrontar los problemas cotidianos del día a día imponiéndonos la obligación ‘refranera’ de ‘poner buena cara al mal tiempo’, reforzando nuestra risa y el sentido del humor para superar el desánimo y la tristeza disimulada.
Ayer mismo, por ejemplo, sin ir más lejos, precisamente cuando me reconcomía la idea de que la pandemia ha situado a España ante una crisis más grave y vertiginosa que la de 2008, observando los datos del INE con el aplanamiento de la curva de la recuperación, por el tremendo retroceso de la actividad productiva y comercial mayor que el acumulado entre 2008 y 2013, superando la mitad de la que padeció España en el primer año de la guerra civil, en ese instante, como digo, anunció no sé quién la chorrada de que probablemente este año será obligado ponerse la mascarilla en las playas, viniéndome súbitamente la imagen de una playa nudista donde todo el mundo iba desnudo, con el badajo colgando, pero con la mascarilla puesta. Así, con la imagen playera, en pelotas y con mascarilla, gracias a ese resorte natural de supervivencia que todos tenemos, con el fin de evitar el sufrimiento interno, mi cerebro supo sacarme inmediatamente de tan agrio pensamiento sobre la inminente catástrofe económica que nos acecha.
Reírse es una de las herramientas más eficaces para encarar un conflicto. Hay pocas cosas más sanas que reírse. Ante la desgracia lo mejor es procesionar en la calle, aunque llueva a cántaros. Sacar todo lo negativo que llevamos dentro. Reír o llorar. El humor nos permite asumir los problemas de una forma más relajada. Y llorar también; el refrán de La Celestina ‘lágrimas y suspiros mucho desenconan el corazón dolorido’, nos enseña que, de cualquier forma, el dolor físico o el sufrimiento se alivian exteriorizándolos.