Es un refrán que la sabiduría popular, la transmisión oral nos ha legado desde el gran acervo cultural que disfrutamos. Parece que se usaba mucho en la antigua Grecia y que se documenta por primera vez en la Castilla del siglo XIII.
Los silencios hablan, y mucho. Son elocuentes. Muchas veces en exceso. Y hay que saber interpretarlos. 
Cuando decimos que el que calla otorga, lo que escuchamos es justamente el silencio, acaso ensordecedor. En él puede encontrarse implícita una sola palabra, «No», o un gran discurso refutador porque no es verdad que el que calle otorgue. De ninguna manera. El que quiere otorgar asiente, con la cabeza, simplemente diciendo: «Sí, de acuerdo». Fácil. También con una gran disertación. El que quiere decir sí, dice sí y no, es no. A lo mejor, interesadamente o no, el otorgamiento puede ser indiferencia. Un ni me va ni me viene. Los silencios hablan de miedos, quizá de cobardías, de impotencias, de rendiciones porque, no, el que calla no otorga. Simplemente calla y se entrega.
Vamos a estar atentos a los silencios llenos de palabras. Quizá podamos estar rodeados de ellos sin darnos cuenta. Pensar que los demás están de acuerdo porque no hablan. Cuestión de inteligencia. 
Es necesario crear ambientes de diálogo, de confianza interpersonal, de distensión. El enfrentamiento, aunque se substancie en victoria, deja siempre a personas por el camino. Víctimas espirituales de la cerrazón. 
La historia ha estado llena de hombres y mujeres con talento que no han sido reconocidos, pero eso, para la semana que viene.