Juan Villegas

Edeumonía

Juan Villegas


Las máquinas ni piensan ni aman

27/01/2023

En 1956 John McCarthy propuso por primera vez el concepto de Inteligencia Artificial en un congreso informático. En ese momento estaba comenzando una revolución que puede llegar a ser comparable por su trascendencia con la revolución científica o la revolución industrial. Su importancia puede llegar a ser aún mayor e implicar consecuencias mucho más relevantes desde el punto de vista social, cultural y económico. La Fundéu (Fundación del Español Urgente) de la RAE acaba de levantar acta de reconocimiento de que esta tecnología ya se ha instalado en nuestras vidas al haber seleccionado como palabra del año 2022 la expresión Inteligencia Artificial. El gran número de noticias que se han ido generando durante los últimos meses sobre esta nueva realidad, principalmente gracias al comienzo de la aplicación generalizada de este instrumento habiéndose dado el salto de la utilización de esta tecnología desde áreas y aplicaciones reservadas a especialistas a la vida de todos los ciudadanos ha puesto de moda la Inteligencia Artificial (IA).
El ser humano ha buscado desde siempre ensanchar sus posibilidades, ampliar sus capacidades, llevarlas más allá de los límites establecidos por su propia naturaleza. El deseo de saber más y de vivir mejor, han conducido a la humanidad desde sus orígenes a querer superar las limitaciones biológicas propias de nuestro cuerpo y las de nuestro entorno natural y social. La tecnología ha hecho posible esa extensión de las capacidades humanas. El ser humano ha buscado desde siempre llevar más allá los límites de lo que podemos hacer con solo nuestras prestaciones naturales, buscando suplir con instrumentos tecnológicos, con máquinas, estas deficiencias. En los primeros momentos del desarrollo de la técnica se trataba de ampliar nuestras capacidades y facultades físicas. Pero el desarrollo científico y tecnológico ha abierto nuevas posibilidades que han llevado a buscar la extensión de las capacidades mentales intentando reproducir tecnológicamente estados mentales o procesos cognitivos: sentidos artificiales, memoria artificial, aprendizaje artificial, inteligencia artificial (¿quedarán aquí los deseos humanos satisfechos o vendrá después la búsqueda del pensamiento artificial, los sentimientos y emociones artificiales, o de la personalidad artificial?).
La inteligencia natural es esa capacidad mental que nos permite a partir del razonamiento adaptarnos al entorno, resolver problemas complejos y de la vida cotidiana y aprender de la experiencia. El filósofo de la ciencia Nicholas Rescher la ha definido como la capacidad que nos permite elegir de la mejor manera posible. El desarrollo de la IA va encaminado a posibilitarnos tomar mejores decisiones y más rápidamente de lo que con solo nuestras posibilidades naturales somos capaces de hacer. En áreas como la salud, la investigación médica y farmacéutica, la IA va a propiciar, no dentro de mucho tiempo, avances muy esperanzadores para la cura de algunas enfermedades que tanto dolor y sufrimiento están causando al ser humano. Pero este es solo uno de los campos en los que la IA va a aportar muchas mejoras para una vida más humana y más digna. El desarrollo de la IA abre un panorama repleto de expectativas, pero también de incógnitas, retos e importantes implicaciones. Habría que aclarar, no obstante, tanto para aquellos que ven en la IA el riesgo del peligroso 'jugar a ser dioses' como para los que sueñan con el advenimiento del superhumano victorioso sobre la limitación humana, que la inteligencia natural humana es solo un elemento más de la realidad hipercompleja que supone lo humano y que lo convierte en una realidad irreproducible. Porque la inteligencia humana no solo consiste en hacer posible la resolución de problemas, sino que nos permite también la comprensión de la realidad, comprensión que implica e integra aspectos como la metacognición, las emociones, la conciencia y la autoconciencia, el reconocimiento de las emociones propias y de los otros, así como la posibilidad de establecer relaciones interpersonales o amorosas. En este sentido, el estudio de la inteligencia hoy ya no puede obviar aspectos que hasta no hace mucho no se tenían en cuenta y que autores como Daniel Goleman u Howard Garder han mostrado con sus investigaciones en el terreno de la inteligencia emocional o inteligencias múltiples. La IA no representa la aurora de una nueva realidad posthumana, pero su uso va a generar necesariamente debates en los que habrá que ir adoptando decisiones tanto desde el punto de vista ético como jurídico en el terreno de la responsabilidad de las acciones, así como en el de la privacidad, seguridad, justicia o derechos humanos que son ya inaplazables.