Rafael Cantero

Historia en Piedra

Rafael Cantero


Patrimonio olvidado

05/02/2021

A veces cuando paseamos por ciertas calles y plazas de Ciudad Real, donde aún quedan restos de edificaciones de épocas pasadas, testigos de un patrimonio material e inmaterial conservado como un tesoro por generaciones, nos gusta recrearnos en ellas porque contemplándolas respiramos historia. A la calle Ruiz Morote no le falta historia, lo que ocurre es que se la llevaron literalmente por delante. Esta calle tan próxima a San Pedro y a la Plaza de San Francisco, ya no se parece en nada a aquella que en tiempos pasados se denominó Dorada y que albergaba importantes edificaciones y casas solariegas.
En los últimos años del siglo XIX y primera mitad del XX, la calle Ruiz Morote  todavía contaba con un importante patrimonio arquitectónico, entre otros inmuebles, aún permanecían en pie,  la casa del Marques de Villater, que por el aspecto rojizo de su fachada y efecto que daba cuando el sol caía sobre su fachada, la calle se denominó Dorada; el hospital y convento de San Juan de Dios, fundado por los hijos de Ciudad Real López Trufiño y Antonio de Torres en el siglo XVII, y que posteriormente acogió las Escuelas Normales de Maestros y Maestras; y  también estaba la edificación más antigua de la ciudad por aquel entonces, la Casa de la Torrecilla,  situada en la esquina de las actuales calles Ruiz Morote y General Rey.
Pero, la modernidad entendida como negación de lo viejo por caduco e inútil, acabó con todos estos edificios, poniendo de manifiesto una acusada falta de sensibilidad histórica. En unos casos por ruina sobrevenida por el abandono o falta de mantenimiento de los edificios, y en otros por ‘atractivos’ proyectos especulativos inmobiliarios que pusieron en valor el desprecio por los valores históricos y culturales ciudadanos.  Todo ello, unido a la insensibilidad administrativa municipal y estatal, y la escasez de ayudas a los propietarios que deseaban conservar sus edificios y salvarlos de la piqueta. Estas pérdidas patrimoniales fueron enormes, irrecuperables, y cambiaron la faz de la calle. Este proceso destructivo fue común a otras muchas calles. La posibilidad de construir una obra de nueva planta permitía levantar un inmueble cuya distribución interior y exterior se adaptara a las nuevas necesidades socioeconómicas, pero que a la larga llevó consigo un empobrecimiento cultural y artístico de nuestra ciudad.
Además de los edificios citados, en la calle Ruiz Morote frente a la Casa de la Torrecilla, haciendo esquina con Ramón y Cajal, existió una amplia y sobria casa solariega, contigua al desaparecido convento de San Juan de Dios. La edificación, tal y como podemos observar en la fotografía superior, contaba con dos fachadas, una que daba a la calle Ramón y Cajal y la otra a la de Ruiz Morote, donde tenía la entrada principal. Constaba de dos plantas y en su interior había un patio empedrado y contiguo a éste, donde se situaba el corral donde pernoctaban las bestias y los carruajes.
La portada era una estructura adintelada en piedra caliza flanqueada por dos pilastras que sostenían el dintel de piedra con un escudo nobiliario en su clave. Sobre la portada había un balcón, igualmente enmarcado entre pilastras cajeadas y en cuyo dintel aparecía otro escudo en piedra. En las dos fachadas existían ventanas y ventanales que contenían rejas de forja.
Durante muchos años la edificación albergó una popular e importante posada que prestaba servicio de alojamiento a las personas y contaba con dependencias para los animales de tiro, carruajes y diligencias. En su etapa final la casa solariega perteneció al popular picador ciudadrealeño Ramón Lorente, fallecido en el año 2008.
El edificio fue demolido en el último tercio del siglo XX y sobre su solar se construyó un bloque de viviendas de cinco alturas.