Sonsoles Arnao

Tiempos de swing

Sonsoles Arnao


Linares, atrapados en azul

15/02/2021

En Huazuntlán, Veracruz, hay una valla publicitaria a la entrada que reza: «Huazuntlan Veracruz les advierte a todos los que vienen a secuestrar o robar, el pueblo está organizado y maleante que se capture será quemado vivo sin darle aviso a la policía». Una de las razones que explican las violencias de la cultura en muchas sociedades es la ausencia de Estado. Me refiero al gobierno que gestiona, en todos sus niveles (local, regional, nacional), a la administración en todas sus ramas, por ejemplo la justicia, y son sus cuerpos y fuerzas de seguridad. Su policía. Hay sociedades que experimentan la sensación y la vivencia de que el Estado, su seguridad y su protección no están presentes en su vida cotidiana. Sobre todo si se trata de garantizar paz, justicia e igualdad. Y se puede no estar, tanto por ausencia como por presencia y participación activa. Se buscan así otras alternativas para organizar la convivencia y solucionar los conflictos. Muy alejadas de lo que podríamos considerar normal y democrático. O en una escala de mayor anormalidad, cuando los malos son los mismos que deben protegerte. Policías en todas sus escalas al servicio de cárteles de la droga, mujeres violadas por fuerzas y cuerpos de seguridad del estado, entre otros casos de degradación y corrupción que convierten la impunidad del poder, en la imagen que la ciudadanía tiene del Estado. Nuestra sociedad, de momento, está alejada de esos niveles de violencia y abuso generalizados. Pero esta situación, no se nos olvide, no es de hace tanto tiempo. Y además, sabemos que las sociedades pueden pasar de la normalidad a la anormalidad democrática rápidamente. Por eso, un solo caso de abuso y corrupción policial debería hacernos saltar todas las alarmas, atajarlo de raíz y erradicar cualquier posibilidad de que se repita o se normalice. Y además, debería ser la propia policía y otros cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado quienes con más contundencia denunciaran y eliminaran estos comportamientos. 
Estoy repasando las noticias del fin de semana. Lo de Cataluña me da mucha pereza. Hoy se ha muerto por coronavirus el general Rodríguez Galindo. El alto jefe de la «guerra sucia contra ETA», condenado en el año 2000 a 75 años de cárcel, por el secuestro y asesinato en el 1983 de Lasa y Zabala. Excarcelado en 2004 por problemas de salud. Y nos llegan videos a nuestras redes sociales de una agresión en la calle. Menos mal que hay videos. Somos testigos, casi a tiempo real de cómo dos policías, al parecer borrachos y drogados, fuera de servicio, destrozan a puñetazos la cara de un vecino de Linares, agrediendo también a su hija menor de edad. En las inmediaciones de una terraza de este municipio andaluz, que lleva años manifestándose en las calles ante el abandono del Estado para atajar la sangría de paro y falta de oportunidades, hay una pintada en la pared que pone ODIO. En ese lugar una agresión brutal de la policía congrega cada vez a más vecinos que entre la incredulidad y la indignación, acaban en una masiva concentración frente a los juzgados, exigiendo justicia. Cómo ha debido ser la actuación policial para que el propio Ayuntamiento haya emitido un comunicado condenando esta agresión, solidarizándose con las víctimas y exigiendo justicia. La concentración acaba en batalla campal, enfrentamiento de los vecinos con la policía, sin posibilidad de mediación y finalmente la disolución de los que aún quedaban a base de palos y pelotas de goma. Esto no sé cómo calificarlo pero muy normal, democráticamente hablando, no es. «Ellos me protegen de ti. ¿De ellos quién me va a proteger?»