Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


2023 o el apocalipsis pendiente

28/12/2022

Encarar el 2023 da cierto vértigo, y quizá algo más de pereza. Vértigo por la incertidumbre en la que todo se encuentra;  pereza por lo aburrido del momento, no por lo previsible que pueda ser, que no lo es, sino por la mediocridad alarmante de los actores y por esa especie de tensión contenida e inconclusa en la que todo está ya hace demasiado tiempo. Será el 2023 año electoral con renovación masiva de ayuntamientos y comunidades, procesos electorales irremediablemente contaminados o condicionados por la marea nacional de alto voltaje, y por la polarización reinante.
Tendremos en Castilla-La Mancha una buena piedra de toque, una comunidad que tradicionalmente ha tenido voto distinto en las elecciones autonómicas, casi siempre para el PSOE, y en las generales, que con bastante frecuencia ha ganado el PP. Emiliano García-Page se esfuerza en marcar territorio propio, distinto y distante al de un sanchismo echado al monte con los socios morados e independentistas. El asunto de la eliminación de la sedición y el abaratamiento de la malversación han sacado al presidente de Castilla-La Mancha de sus casillas, y no veo en él insinceridad. Page afrontará el 2023 como el referente más claro en este momento de eso que ha creado imagen de marca con la denominación de 'PSOE clásico'.  La etiqueta de clásico tiene sabor a felipismo y refiere a una socialdemocracia que mira a la amplitud de la gran llanura centrista.
Pero Pedro Sánchez no está en esa onda, ni lo va a estar, que nadie se engañe.  Mientras que él esté en la primera línea política no habrá más que dos bloques antagónicos, una polarización total, un temor continúo de quiebra institucional, un apocalipsis pendiente favorecido por una política hiperbólica en las zonas más calientes de los dos bandos, más de gestos que de contenidos. Por eso la tensión es máxima y seguirá subiendo en decibelios a medida que los meses del 2023 vayan pasando. El presidente del Gobierno ha elegido un camino sin retorno y a quien más difícil se lo ha puesto es al votante socialista clásico de la meseta: votarle a él es entregar el Gobierno de España al chantaje independentista. La coalición con sus socios de gobierno ha quedado sellada con las últimas e inexplicables reformas y con la aprobación de los presupuestos, y Sánchez se ha puesto el mundo por montera proclamando «es lo que hay» aunque haya dejado en pelota picada a los barones y en un mar de dudas existenciales a sus votantes de las Castillas, Aragón, Extremadura o Andalucía
Otra día hablaremos de la necesidad imperiosa que tiene España de una izquierda inequívoca en sus planteamientos sociales progresistas al mismo tiempo que comprometida rotundamente con la unidad territorial del país, y de algún intento jacobino de este tenor que se está fraguando de cara a los comicios próximos, pero  más allá de pequeñas iniciativas loables por llenar ese hueco, lo que hay es un PSOE dominado por el sanchismo y unas baronías a ratos escandalizadas sin por el momento poder hacer otra cosa que salvar el pellejo y el territorio. La gran pregunta es saber si quedará PSOE después de Sánchez o habrá apocalipsis en la casa del puño y la rosa. Todo parece indicar que en España, a diferencia de lo que ocurre en otros países como Francia o Italia, los viejos partidos sobreviven y terminan por fagocitar lo que surge en sus alrededores con pretensiones iniciales de llevárselos por delante
Lo de Pedro Sánchez, sin duda, será una prueba de gran envergadura. Las vigas maestras del Estado crujen con sus iniciativas, los independentistas, al tiempo, se pavonean de eso mismo: «los pilares del 78 se tambalean», dijo la senadora de ERC, Mirella Cortés, tras la aprobación de las reformas de la sedición y la malversación.  Sánchez  mira para otro lado y dice que es lo único que podemos hacer, García-Page enfurece aún más de lo que deja ver, y no es poco, temiendo una mezcla de churras con merinas. Núñez Feijóo  en algún minuto de euforia llega a pensar que no tiene más que esperar  a ver pasar el cadáver de su enemigo por la puerta de su casa, pero después, tras el subidón, algo le alerta: ¡cuidado!, que la aritmética parlamentaria del sanchismo es poderosa y el año que entra puede ser el del apocalipsis pendiente, o el principio de la normalidad por fin recobrada en una España con dos partidos mayoritarios capaces de entenderse, haciendo añicos todas las aritméticas parlamentarias tan legitimas como ajenas al interés de la mayoría.

El presidente del Gobierno ha elegido un camino sin retorno y a quien más difícil se lo ha puesto es al votante socialista clásico de la meseta»