José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Super Mario

10/02/2021

Que Mario Draghi, expresidente del Banco Central Europeo y para algunos salvador del euro en años pasados, proponga en la eterna crisis política italiana una salida es toda una noticia, propia de un Super Mario de videojuegos. Noticia que se acrecienta cuando, salvando todos los escollos de los arrecifes políticos de Salvinis, Renzis, Di Maios, Berlusconis y Grillos, propone algo tan simple, y tan complicado a un tiempo, como un Gobierno de Concentración o un Gobierno de Unidad. Que por lo visto no cuenta -o cuenta poco y a los hechos me remito- en las zonas meridionales del continente, por más que en latitudes septentrionales -desde Alemania a Suecia-, sea usual ese encuentro de contrarios para dar salida a grandes problemas que a todos ocupa y preocupa. Metodología del acuerdo.
Dicen que la voluntad de estar presente en el reparto de las subvenciones y de los créditos europeos anticrisis COVID -cerca de 200.000 millones para Italia- ha operado el milagro italiano -casi como los milagros cinematográficos de Vittorio de Sica- y ha hecho desaparecer los personalismos, los protagonismos y los vetos cruzados que han venido bloqueando los acuerdo del palacio Quirinal.
Visto lo visto, y visto lo que tenemos por aquí, nos preguntamos con aflicción: ¿Dónde estará nuestro Draghi? Un Mario Draghi capaz de poner orden en el desorden cruzado de vetos y exclusiones y recorrido por antagonismos virtuales de contienda electoral de mesa camilla. Y por ello, desde esa visión global, anteponer razones de Estado por encima de razones de partido, o -peor aún- anteponer razones de historia a razones personales. Obviamente, Sánchez, el artífice del «No es no» y de «Dígame qué parte del ‘no’ no ha entendido, señor Rajoy», no parece contar con las dotes necesarias para fijar acuerdos con la órbita del constitucionalismo. Lo ha venido demostrando desde 2016, por más que venda la piel de su supuesto patriotismo -republicano o monárquico, da igual-.
Ahora que las elecciones catalanas -tan cuestionadas como complicadas en sí mismas- vuelven a poner en el foco de la actualidad los efectos del suma y resta de las fuerzas políticas, vuelve a nosotros la melancolía de no contar con un Draghi capaz de distinguir lo importante de lo accesorio. Capaz de optar por acuerdos que posibiliten una salida constitucional a los desafíos del independentismo -en cualquiera de sus caras y facetas, ya ERC, ya Junts, ya PdCAT- y capaz de entender quiénes son los auténticos adversarios del momento político. Pero bien cierto es que las formaciones políticas -sobre todo algunas formaciones- tienen la facilidad de repetir sus tropiezos en veces sucesivas.