José Manuel Patón

LA PLUMA CONTRA LA ESPADA

José Manuel Patón


Qué quedó del 1-0

01/07/2020

A casi 3 años del grotesco referéndum, ha caído bajo las mandíbulas del coronavirus. Ahora es cuando tanto catalanes como el resto de España se han dado cuenta que el intento de golpe de Estado, saltándose las normas de nuestra Constitución a la torera, ha sido un estrepitoso fracaso. Sus líderes andan a la gresca entre ellos. El Junqueras ha perdido casi todo el poder, y Puigdemont va por ahí como Forrest Gump con un pequeño cortejo de seguidores haciendo el más esperpéntico de los ridículos. Eso sí, se ha librado de más de dos años de cárcel, pero tarde o temprano le llegará su hora. El resto son como los marineros de un barco sin capitán, a la deriva de sus propios planteamientos. Y es que los de Junts per Catalunya para librarse de que la justicia siguiera investigando a los rapiñadores coleccionistas de coches de lujo, y herencias fantasmas que terminaron en cifras de muchos ceros en Andorra y Argentina, pegaron un arreón en la carrera del secesionismo y pasaron por la izquierda a los de Esquerra, que desde entonces, en vez de ser los protagonistas de la separación cogieron el rebufo y se quedaron ahí, en un segundo plano.
De haber sido un partido político serio, Convergencia y Unión, en sus estertores forzó un partido político de quinta regional, y pasó de jugar la liga con los grandes a perder casi todo el poder político que había acumulado en España y sobre todo en Cataluña. Ahora de haber elecciones en Cataluña las ganaría sin duda Esquerra, y tarde o temprano esto les va a pasar factura. Puigdemont se convertirá en un fantasma sin nada que añadir a su ideario, máxime cuando su sustituto y patibulario Quim Torra, ese que nos llama bestias a todos los españoles, le ha dado un codazo en los riñones y lo ha abandonado a su suerte.
Ahí está esperando el mofletudo y corpulento Junqueras que lo saquen de la cárcel en un tercer grado para coger el timón de Cataluña. Todos estos juntos, más la Colau, están dando palos de ciego, cargándose miles de puestos de trabajo, véase la Nissan, y expulsando a las empresas de una Cataluña en la que saber castellano e inglés no tiene valor, y donde las multinacionales nunca van a obligar a sus directivos a aprender un idioma que no les va a servir de nada salvo a hablarlo en la intimidad. Y es que el catalán, ese rico idioma español, tal como es también el vasco, tarde o temprano terminarán fagocitados por el inglés, el castellano, el ruso o el chino, que es lo que se va a hablar en el mundo en los próximos cientos de años, por mucho dinero que le pongan.
El coronavirus nos va a tener más que ocupados en los próximos años, y ya, esos dirigentes catalanes que planearon un ridículo enfrentamiento entre los catalanes y luego entre los españoles, no salen sino en las terceras o cuartas páginas de los periódicos y de lateral. Total, el tiempo, los Tribunales y los virus de moda han puesto a todos en su sitio.