Antonio García-Cervigón

Buenos Días

Antonio García-Cervigón


Una voz para la eternidad

11/04/2023

A los 92 años se nos ha ido para el cielo el tenor Pedro Lavirgen, que ha mantenido con los responsables de la ACAZ más de 30 años de amistad y cariño. Una amistad inquebrantable en el tiempo. Desde la cuarta Semana de la Zarzuela aguardábamos su presencia para enaltecer al género lírico, que los solaneros han hecho su seña de identidad cultural. Llegaba la mayoría de las veces acompañado de su querida esposa, Paquita Baena, a la que le tributamos un homenaje sentido y emocionante en la 32 Semana, por su afecto y cariño demostrado a esta población. Cuando invitamos al tenor en la octava Semana de la Zarzuela para que ofreciera un recital, y aceptó, fue una jornada memorable. Todavía perdura en el recuerdo de los aficionados que estuvieron en el teatro Cervantes. También ahora se evoca el recital de canciones religiosas que ofreció junto a la soprano Josefina Arregui y la pianista Marieli Blanco en la iglesia de Santa Catalina.
El tenor, siempre que llegaba la ocasión, ante tertulianos de cualquier edad y condición, manifestaba que La Solana tenía un poder de convocatoria como ninguna otra ciudad de España. No se cansaba de repetir una y otra vez que por sus escenarios han cantado las más selectas voces de la lírica en España. Y él fue una de las voces más señeras de la Lírica. Tuvo una vocación precoz. Fue un sacerdote, amigo de la familia, Ladislao Santamaría, quién descubrió sus aptitudes para el canto. Cuando estalló la Guerra Civil tenía seis años y en este tiempo sufrió un problema físico en una pierna que se agravó en los años que duró la contienda. El padre de familia tuvo que trabajar duro para sacar adelante a la familia de ocho hijos. En casa tomaron el acuerdo de que estudiara Magisterio. A los 18 años acabó su carrera docente y una interinidad en su pueblo, Bujalance, Córdoba, le proporcionó sus primeras ganancias. La clave de su éxito, lo dijo en más de una ocasión, estuvo en su marcha a Madrid y en su tesón y fe ciega que tenía en sí mismo y en la ayuda que le prestó su familia para recibir estudios de técnica vocal a cargo de Miguel Barroso y solfeo y piano en el Real Conservatorio Superior de Canto en Madrid. En 1964, trasladó su residencia a Milán para estudiar repertorio operístico. Debutó el 12 de septiembre de ese año con Aida, de Verdi, en el Teatro de Bellas Artes de México. Un mes después, cantó en ese mismo teatro la ópera Turandot, de Puccini, junto a Monserrat Caballé. Escuchar el aria de esta pieza, según los críticos más avezados al género, es un regusto para los sentidos. Luego llegó el debut en el Liceo, en Barcelona, con Carmen, de Bizet. Estuvo 20 temporadas en este teatro en el que alcanzó fama y celebridad. Ahí están sus importantes premios alcanzados, que otro día resaltaremos de vida artística. Hemos recogido para titular de cabeza la opinión de una seguidora: «Para mí es el tenor por excelencia, con voz limpia», como su vida misma. Una voz para la eternidad Para su ejemplar familia, nuestras sentidas condolencias. Su recuerdo siempre estará con nosotros. D.E.P.