Manuel López Camarena

El Yelmo de Mambrino

Manuel López Camarena


Otra marcha verde orquestada por Rabat

20/05/2021

Cuentan, narran, dicen, aseguran, relatan, refieren… las crónicas de aquellos días de 1959, cuando el que mandaba en el mundo, el general Dwight Eisenhower, a la sazón presidente de los Estados Unidos de Norteamérica, visitó a Franco en España, dando así el espaldarazo internacional al régimen anticomunista nacido de la Guerra Civil que tanta sangre -toda roja eso sí- costó a España, entre los temas que trataron figuró, casi de pasada, el de Marruecos. Al fin y al cabo, el presidente el presidente de los EE. UU., consciente de su poder y de lo necesitado que estaba el Régimen de aval exterior, traía bajo el brazo, o en la cartera, no sólo el meter a España en el círculo de los países occidentales, sino el conseguir que sobre territorio español ondease la bandera de las barras y estrellas en instalaciones militares. Y así, como el que no quiso la cosa, nacieron las bases de Rota, Morón, Torrejón y Zaragoza y, algo fundamental para los planes de utilización de las mismas, el oleoducto Rota-Zaragoza, el que pasa por Poblete y Alarcos, indispensable para mantener disponibles todos los equipos que llegaron. Franco fue desde entonces mejor mirado, o soportado, por Occidente y Estados se aseguró unos servicios que le han dado pingües beneficios logísticos desde entonces. El hombre que había planificado y dirigido, unos años antes, el desembarco de Normandía, en un momento de la entrevista, preguntó a Franco ¿Y de Marruecos, qué me dice de Marruecos?, y Franco, gallego y experto en el tema, contestó con su conocido laconismo, ¡El moro, siempre traidor! Y despachó el asunto así, quedando Eisenhower perfectamente informado pese a lo breve del informe.

Las relaciones de Marruecos con España, tras la descolonización, han pasado por situaciones diferentes, destacando como mejores las posteriores a la muerte de Franco hasta la llegada de este segundo PSOE -el primero sería el de Felipe González- y como peores la actual y las de la Marcha Verde, que nos obligó, en medio de la soledad política más grande que imaginarse pueda, a maldescolonizar aquella provincia española situada casi bajo el Trópico de Cáncer, burlando las resoluciones de las Naciones Unidas y, simplemente, traicionando al pueblo saharaui. Esta gran maniobra para presionar a España mientras Franco se moría a rajas en un hospital público, La Paz, fue, ha sido, el más grande ataque a la soberanía nacional que hemos sufrido con origen en Marruecos y que ha sentado las bases para que episodios como este, aunque ya nunca de la misma envergadura, se produzcan cada cierto tiempo. Y España está sola, metiendo libremente su torpe pata en temas de descolonización, como estuvo siempre. Lo estuvo en América, en Filipinas, en Guinea, en el Sahara y lo estará, aunque servidor no lo verá, cuando Rabat se lleve Ceuta y Melilla, que pese a ser más españolas que marroquíes serán traicionadas por los herederos políticos de los mismos que ayer, en las Cortes españolas, cargaban contra España y con la protección del territorio ceutí amenazado por Rabat, que es quien, tradicionalmente organiza las marchas verdes, las guerras de Ifni o Sahara y los asaltos a la verja, aunque quien haya dado, igual hasta desde los tiempos del Maine, el placet a la locura anti española de que se trate, haya sido Washington. Porque no nos engañemos, Marruecos, con rey o sin rey, es difícil que se mueva.

Claro que otra cosa serías sí, cabe Tarifa, y es un poner, se empezase a levantar otra súper base como Rota pero de matrícula rusa. Pero, insisto, es sólo un poner que trastocaría muchas cosas y desataría muchos nervios i igual hasta nos tomaban en consideración.