Luis del Val

LA COLUMNA

Luis del Val

Periodista y escritor


Desprecio y soberbia

26/06/2020

A la hora en que redacto estas líneas, no he oído ninguna gran noticia relacionada con alguna operación del Ministerio de Interior. Estaba convencido de que se habría descubierto alguna potente red de terroristas islámicos, o se habría detenido a alguna trama relacionada con el tráfico de dinero, o estaba activada una de esas operaciones que van a la cabeza de los clanes de la droga. Al no tener información de ninguna de esas acciones, cabe suponer que la ausencia del ministro de Interior, durante el trámite de la propuesta de su reprobación, no fue una acción motivada por la urgencia de sus deberes ministeriales, sino debido al desprecio que le merece el Congreso de los Diputados, donde reside la soberanía popular, puesto que es el pueblo soberano el que está allí representado a través de los parlamentarios. Despreciar al pueblo soberano es el dislate más absurdo de un político y una auténtica insensatez, semejante, no sé, a la de un religioso que presumiera de ateísmo.

Comprendo que no debe causar demasiado placer tener que escuchar, sentado y callado, los apóstrofes y acusaciones de los representantes del pueblo soberano, pero se supone que eso entra en el sueldo, y que cuando a Grande Marlaska, cada vez más pequeño, le propusieron ser ministro ya sabía que eso no conllevaba una cofradía de loadores que fueran detrás de él cubriéndole de elogios.

Cuando en un ser humano huye hasta el menor atisbo de humildad, su soberbia se hace dueña y señora de sus actos. Pero esa soberbia y esa falta de humildad no es patrimonio exclusivo del cada vez más pequeño Marlaska, sino que se generaliza a todo el Gobierno, porque hubo un momento en que en la sesión de control al Gobierno se habían ausentado absolutamente todos sus miembros. Ya solo faltaba que, además del coronavirus en el país, el Gobierno sufriera una cistitis generalizada o uno de esos cólicos que te tienen esclavo del retrete. O de la soberbia, que también suele acabar en las letrinas.