Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


La investigación en tiempos, como éste, ‘de guerra’

21/07/2020

El ser humano, así lo demuestra la historia, se pone las pilas cuando ve su cuello peligrar. En ese momento los compromisos aplazados de la procastinación colectiva, dan paso a las mayores virtudes de concentración y trabajo diligente individual y grupal.
El siglo XX ha conocido grandes y rápidos desarrollos de tecnología, salud y farmacología precisamente en tiempos de guerra. Muchos son los ejemplos: armas que mataban más deprisa y a más gente, pero también medicamentos y prótesis que ayudaban a sanar y salvar a más heridos. O artilugios de comunicación y vigilancia para atacar y protegerse, pero también por eso capaces de aplicarse al progreso una vez llegada la paz.
A ver: no digo que los inventos se hagan para el mal (agredir/defenderse en una guerra) y luego de paso sirvan para la reconstrucción. Lo que afirmo es que los que mandan (en la política y en el dinero) habitualmente han destinado grandes cantidades de fondos a la investigación porque no había otro remedio, puesto que de ello se derivaba la supervivencia de una nación en términos de soberanía política o sostenimiento económico, mientras que cuando todo marcha bien, los científicos terminan siendo un grupo humano respetado al modo ‘abuelas’ (les damos muchos cariños pero pocos dineros, y ni por asomo les hacemos caso cuando nos advierten de que no bebamos).
Con la llegada del Covid-19 los gobiernos y las grandes farmacéuticas parece que viendo un riesgo parecido al de las guerras de siempre (por no descartar que, en efecto estemos en una, sin saberlo, si es que el virus al final no ha nacido de la madre tierra para castigar nuestros excesos sino de un laboratorio), le están dando un empujón a su investigación para prevenir y curar el virus. No nos engañemos: si algunos gobiernos y ciertas compañías farmacéuticas llevaban décadas renunciando a innovar de verdad y premiar a los talentos, ahora de ahí no va a salir otra cosa que palabra hueca y falsas esperanzas de vacunas y medicamentos.
Si dan con el remedio a la mierda de vida que llevamos desde marzo, no será porque ahora haya una conciencia internacional de intercambio de fórmulas, experimentos y células grises puestas al servicio de la salud humana, sino porque en algunos países se ha mantenido una sólida política de innovación y desarrollo, premiando a sus protagonistas con equipamientos de última generación, con retribuciones dignas y con mejor consideración social que la que se otorga a blogueros, influencers y futbolistas. La investigación no es como si se te rompen las gafas, que buscas dinero y te compras otras, sin necesitar entre tanto gastar: requiere un trabajo diario basado en la previsión, la continuidad y la renovación (humana y material), para tener sus frutos cuando hacen falta.
En España hay excepciones, constituidas por personas y lugares que están en lo alto por cumplir con estas reglas, rompiendo con la desatención pública (y también con la de la mayoría de fundaciones privadas), pero el cortoplacismo reinante (a unos no les da votos y a otros no les da beneficios) ha colocado precisamente a España en el ‘top’, pero por la cola. Bueno, miento: si evaluaran el país con mayores exigencias de papeleo, burocracia y desconfianza en la gestión de las escasas ayudas al efecto, ahí estaríamos de los primeros.