Ramón Horcajada

Edeumonía

Ramón Horcajada


Cuando las virtudes se vacían

05/11/2021

Hace siglos nos advertía Aristóteles de que la virtud siempre se encuentra en el justo medio entre dos extremos viciosos, uno que peca por defecto y otro por exceso. Entre la cobardía y la temeridad, por ejemplo, está el valiente. Pero no siempre es fácil acertar a ver dónde está el justo medio que buscamos. No siempre es fácil acertar a ser virtuosos.  Si nos acercamos desde aquí a la virtud de la tolerancia, virtud muy de moda durante estos últimos años, dicha virtud se encontraría entre la indiferencia (por defecto) y el tolerantismo (por exceso), término que, parece ser, debemos al profesor Tomás y Valiente. 
En un mundo como el nuestro, en el que se ha ido vaciando de contenido el discurso sobre las virtudes, nos encontramos con la extraña paradoja de que en el momento en que se ha querido hacer de la tolerancia una virtud no teníamos discurso sobre ella, de ahí su degradación. Simplemente se está convencido de que hay que ser tolerantes, aunque no se sepa qué se está tolerando. Lo importante es tolerar. Ahora entenderemos mejor a Aristóteles al señalar que si las virtudes son vaciadas de contenido moral se acaban convirtiendo en vicios.
    La tolerancia fue adquiriendo relieve cuando se fueron conquistando las libertades individuales, como señala la profesora María José Villaverde en varios de sus trabajos. Sociedades cada vez más pluralistas pensaron que la tolerancia debía ocupar un pilar fundamental para todo proyecto moderno de sociedad. Y lo que muchos pensadores se plantean hoy es si libertad y tolerancia pueden convertirse en pilares básicos de los proyectos democráticos actuales. La pregunta es muy dura y no pretende anular ambos conceptos. Lo que realmente está planteando es si en el marco de nuestras sociedades de tan escaso nivel moral, una tolerancia infectada de sus propias máximas (tolerantismo) no ha hecho de esa misma tolerancia un riesgo para la propia libertad. Una tolerancia absoluta, sin límites, la tolerancia por la tolerancia, impide al sujeto poder decidir lo que es tolerable y lo que no. El relativismo gangrena la dinámica de dicha virtud desarmando al sujeto que tiene intención de cultivarla. Si en sus orígenes fue concebida como remedio contra el fanatismo de los dogmas que atenazaban a las comunidades, el relativismo y la falta de límites hacen de la tolerancia un nuevo dogmatismo, convirtiéndose casi sin esperarlo en sierva de la ley del más fuerte, como apuntaba hace años Enrique Bonete. En una sociedad pluralista y en la que no hay nada más allá de meras voluntades individuales o particulares, los conflictos acaban solucionándose a base de la ley del más fuerte, de la tiranía de las mayorías. La libertad acaba siendo hipotecada al principio de la mayoría. 
Así pues, y ahí está la paradoja, la tolerancia, siendo un inocente instrumento de unión en la diferencia, practicada sin límites acaba negando la libertad humana bajo cierta dominación y violencia. Al saltarse sus límites pone en peligro la libertad y la igualdad de los individuos, que quedan indefensos ante la tiranía de la mayoría. 
Cuando las virtudes se vacían nos convertimos en indiferentes ante el mal, por eso se tolera todo. Y lo que al final acaba produciendo el tolerantismo es que ya nada se admire. Entonces la vulgaridad campa a sus anchas, el villano se convierte en héroe, el mentiroso en pragmático, los santos desaparecen y el bueno es tonto. El modelo del tolerante ahora es el que no crea discordia, perdiendo así la admiración por las personas que realmente son dignas de alabanza en el orden moral.
Cuando todo es tolerable ya no hay nada que tolerar. No le extrañe entonces, querido lector, que en un mundo así se imponga lo "políticamente correcto", que no deja de ser la versión posmoderna de la ley del más fuerte. Y con el pretexto del bien común, los enemigos de la democracia se aprovechan del juego democrático para destruir esa democracia. 
Al analizar las cosas, igual hay menos distancia de lo que nos creíamos entre la tolerancia, lo políticamente correcto, el saqueo de la democracia y lo que uno tiene que ver cuando quiere enterarse de cómo va su propio país.