Fernando Jáuregui

TRIBUNA LIBRE

Fernando Jáuregui

Escritor y periodista. Analista político


Esos que quieren acabar con el mensajero

01/04/2023

El mundo es más apasionante cuando los medios de comunicación saben contar lo que está pasando precisamente así: de manera apasionante, que es lo que el ciudadano merece. Y, para lograrlo, es precisa una buena dosis de libertad. A los medios, como a los políticos, los abogados o los economistas, hay que comprenderlos en su grandeza y en su miseria, que yo creo que más hay de lo primero que de lo segundo. Y matar al mensajero, descalificándolo globalmente, no hace sino empobrecer a la sociedad en general.
No lo digo, en este caso, ni por el tirano Putin, vergüenza de la humanidad, que acaba de encarcelar a un periodista de Wall Street Jorunal acusándolo de espionaje (¡¡!!), ni por todas esas atrocidades que se cometen en las dictaduras contra los profesionales que solo quieren cumplir su deber, es decir, contar y analizar lo que está pasando. En realidad, lo digo hoy, si se quiere en tono menor -no hay que comparar unas cosas con otras, obviamente: la exageración conduce a la banalización--, por algunos episodios que están ocurriendo aquí, en España, y ahora, en pleno 2023. Y que son episodios que quienes nos dedicamos a informar no deberíamos pasar por alto.
Me alarma que en España, desde los extremos del arco político, es decir Vox y Podemos, proliferen sin pruebas y sin especificar ataques genéricos contra los periodistas en los que se bordea la ausación de corrupción. Bueno, de hecho, el señor Abascal, en un discurso en el Parlamento, lo hizo sin tapujos: los periodistas comemos de la mano de quienes, por un precio, nos intoxican. He escuchado dislates similares procedentes de las filas del mismo Pablo Iglesias que ahora quiere, porque le prestan micrófono para ello, ejercer de 'periodista crítico', dice. ¡Él!
De la misma manera que me alarma que, desde la Secretaría de Estado de Comunicación, se vete la presencia de determinados medios 'incómodos' en los viajes del presidente del Gobierno, el de Pekín, sin ir más lejos. Han de entender de una vez los gobernantes de este país nuestro -no me refiero solo a los actuales ni a los por venir_que la misión de quien ejerce el servicio público de informar consiste también en ser molesto, en tratar de denunciar los excesos de los tres poderes clásicos de Montesquieu, y a fe que estos excesos son diarios y no pocas veces, graves. La información es poder, y los poderes, valga la redundancia, quieren siempre hacerse con ese poder que da la información, arrebatándosela a los profesionales, que son los intermediarios con la ciudadanía.
Noticia es todo aquello que alguien no quiere que se publique, dice la archiconocida frase de Lord Northcliffe. Comprendo que políticos no muy hechos a las duras prácticas democráticas, o personajes sumamente corruptos estilo el policía Villarejo, traten de esparcir basura sobre el que un día se llamó 'cuarto poder'. Lamento meter en el mismo saco a unos con otros, pero es que, en este terreno, son perfectamente equiparables todos ellos, como lo son algunos miembros de gobiernos que, sintiéndose acosados por críticas y acusaciones, susurran, desde sus posiciones de influencia, ataques calumniosos e injuriosos contra los periodistas. Simples insinuaciones, vertidas en voz baja, difícilmente, por tanto, presentables ante los tribunales.
Los profesionales de la información nos vemos ante estos tribunales -y me parece muy justo- cuando alguien siente su prestigio o sus intereses menoscabados por informaciones que publicamos y que los perjudicados por ellas dicen que son falsas: los jueces serán quienes decidan. Lo que me pregunto es qué recursos nos quedan a los periodistas cuando, desde los intocables escaños del Parlamento, desde las poltronas de algunos ministerios, desde las columnas de determinados palacios, se nos atribuye a todos el ser garbanzos negros, apenas salvados por la presencia de unos pocos garbanzos blancos, cuando la verdad es exactamente la contraria. Quieren menoscabar el prestigio de los profesionales de la información, de los medios, de manera que, minado este prestigio, pierdan fuerza las revelaciones molestas que los periodistas puedan hacer contra estos poderosos intoxicadores.
El tirano Putin, al menos, no se anda con remilgos: al que le critica, aunque sea el inocente dibujo de una niña, aunque sea un excelente periodista norteamericano que buscaba la noticia, lo mete en la cárcel y en paz. Que es algo que no diría yo que por aquí no les gustaría a alguno/s. Menos mal que, de momento, se contentan con tratar de desprestigiarnos como colectivo, o a dejarnos sin información, y lo hacen con instrumentos a veces más eficaces (y sutiles) que la pura y dura represión 'a la manera del Kremlin'.