Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


Lo que se nos está quedando

02/12/2020

Lo que se nos está quedando tras el paso de la Covid-19 por nuestro país es la definición del panorama indefinido y nebuloso en el que llevábamos metidos desde hace ya más   de cinco años, cuando se terminaron las mayorías absolutas, emergieron los nuevos partidos, y el rey Juan Carlos I pasó a ser parte de la historia de nuestro país, sin que todavía supiéramos todo lo que ahora vamos sabiendo. Lo que se nos está quedando es la papeleta que le endosaron a Felipe VI que va tomando ya forma y color, aunque la forma y el color que toma no sea el más aconsejable y adecuado para la ocasión. Pintan Bastos.
Porque ya estamos en condiciones de afirmar que el Covid19 no ha sido el revulsivo dramático para que en España, haciendo de la necesidad virtud,  se produjera un gran cierre de filas en torno a una zona de consenso compartida por el ochenta por ciento de la población, la misma que delimitó el gran acuerdo de la Transición. No ha sido así y difícilmente será ya, mucho más después de los trabajos de cocina realizados con esmero de cara a la aprobación de unos presupuestos que serán mucho más que unos presupuestos. Serán el sello que clausure la incertidumbre política en la que estábamos sumergidos con una de las salidas de todas las que eran posibles.
La salida elegida conlleva ahondar en la polarización del país y en la delimitación con letras de bronce de la división de los españoles en dos bloques, todo lo contrario de lo que nos pasó en aquellos años ahora tan añorados de la Transición. España camina ya dividida y aborregada. Camina como caminan dos rebaños que pastan en veredas distintas y distantes sin posibilidad de compartir algo. Las ovejas negras son desechadas. El confinamiento provocado por el virus nos dejará un confinamiento de la población en dos tropas, cada una con sus tropelías, sin matices.
Los presupuestos han sido la prueba de fuego, la última oportunidad para revertir la situación que ya se veía venir. Inés Arrimadas se ha quedado con la mano tendida y la cara de póker. Lo cierto es que ha pretendido buscar su hueco en las llanuras de la transversalidad cuando ya era demasiado tarde, cuando ya era difícil de deshacer el desaguisado montado por Albert Rivera cuando decidió que lo suyo era comerse la merienda de Pablo Casado. Ahora se conforma con que en la casa de la gaviota  encarguen algún que otro informe jurídico en el gabinete en el que se ha colocado, muy bien por cierto, para continuar sin saber lo que le cuesta ganarse mil euros a la gente de esa generación a la que Rivera dice representar.
Inés Arrimadas se ha quedado con cara de póker, y hay españoles que se acuerdan de la mayoría absoluta que sumaba PSOE con Ciudadanos en aquella oportunidad de abril de 2019 (123+57=180). Sánchez no quería pero Rivera le debería haber obligado, por ese patriotismo del que tanto  presume, con un pacto imposible de rechazar. Ahora Arrimadas, rechazada en su oferta de tender puentes hacia el lugar donde realmente acampa la mayoría social, se queda compuesta, sin novio y sin un lugar qué ocupar bajo el sol parlamentario. Ella ha querido hacer con diez diputados lo que Rivera debió conseguir con cincuenta y siete.  Pedro Sánchez lo tiene mucho más fácil para terminar la legislatura  con los compañeros de viaje por todos sobradamente conocidos. Con una ERC, que se le salen las cuentas y gana en las autonómicas de Cataluña, tendrá todo a su gusto, mientras se permite el lujo de ir por la vida política abanderando la armonización fiscal como necesidad ineludible para el conjunto del país, o de todo el Estado, como ellos dicen. Pero esa armonía fiscal que reclaman no casa bien con la intención, siempre  presente en este partido, de romper todos los vínculos de solidaridad, de liquidar la convivencia. Ni tampoco con el concierto vasco. La armonización fiscal, tan necesaria, para ser auténtica tiene que responder al deseo cierto de construir algo juntos y no una añagaza para ubicarse convenientemente y seguir con la destrucción  y las mentiras.
Esto es lo que nos quedará tras la aprobación de los presupuestos. La definición del panorama político en unos términos en donde ya queda aplazado sine die ese acuerdo nacional que las voces más sensatas, en el PSOE y en el PP, reclamaban en el mes de marzo cuando comenzamos a ver, en el duro confinamiento que comenzaba, la magnitud de la crisis en la que nos estábamos metiendo