Miguel Chaves

Miguel Chaves


La Semana Santa de 2022

11/04/2022

Ciudad Real acumula dos años sin cofradías en la calle. Algo que, muy al contrario de lo que solemos escuchar o leer, no quiere decir que Ciudad Real, como cualquier otra ciudad de nuestro país, sume dos años sin Semana Santa. Han sido dos años en los que nuestras hermandades no han podido realizar Estación de Penitencia, pero en los que muchos han podido, si así lo han tenido a bien, recuperar el significado real de lo que es la Semana Santa. 
Los cultos recobraron el mayor de sus sentidos el año pasado, los ciudadanos volvieron a visitar templos y a rezar a sus titulares con la intimidad que en ocasiones se pierde, a sentir; en definitiva, la Semana Santa en la máxima expresión de la misma. Este año la Cuaresma y la Semana Santa serán plenas para muchos, ya que a lo anteriormente expuesto se unirán las procesiones. Pasos en la calle, marchas, estrenos patrimoniales, costaleros, capataces… aquello que lleva dos años sin vivirse y que, no lo olvidemos, es actor muy importante, pero secundario. Nunca principal. 
Tampoco puedo hacer desde aquí un ejercicio de demagogia y negar que la puesta en la calle de las hermandades es lo que más luce y que el trabajo que lo acompaña es encomiable. Ni mucho menos; pero la pandemia, al menos al que suscribe, ha terminado por variarle notablemente la lista de prioridades vitales y lo accesorio ha dejado paso a lo primordial en todos los órdenes, siendo la Semana Santa también uno de ellos. En pandemia hemos aprendido que tenemos que hablar mucho más con los nuestros, que jamás hay que guardarse un te quiero, que lo principal en Navidad no es el menú sino los abrazos y que, por supuesto, en cuestiones de fe vale mucho más un rezo anónimo un miércoles cualquiera de junio que una 'revirá' en la 'esquina señalada' uno de los siete días de la Pasión.
Todo esto no es óbice para subrayar la importancia de las procesiones, por lo que aportan a la religiosidad popular, por su impacto en el turismo, por su peso en sectores como la hostelería y, como no, incluso por su inyección de sentimentalidad y moral para la ciudadanía más cofrade. Pero todo esto carecería de sentido si las hermandades y sus hermanos, como ha venido pasando durante décadas (no en todos los casos), se pierden en la puesta en escena para olvidarse del guion. Cultos, oración, caridad, compromiso con los que nos rodean… esos son los pilares en los que erigir después toda cofradía que se precie. 
Por todos estos motivos no puedo evitar torcer el gesto cuando escucho que volvemos a tener Semana Santa después de dos años; sé que no hay maldad alguna en la frase, pero quizá mucho desconocimiento, y la perdono sin dudar a quienes no forman parte de una hermandad o simplemente se asoman a ellas de lejos. Pero no puedo hacer lo propio tan a la ligera con los llamados cofrades de verdad. Si ellos no entienden que quizá la Semana Santa de 2020 y de 2021 han sido las más puras, las más necesarias y las más verdaderas de las últimas décadas, puedo afirmar, sin temor a equivocarme, que no hemos aprendido nada.