José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Derrelicto

05/05/2021

Derrelicto o derelicto, según el diccionario de la lengua, se refiere al objeto de derelicción; esto es, al «abandono consciente y voluntario de una cosa con ánimo de poner fin a la propiedad que se ostenta sobre ella». En la terminología marinera, por otra parte, se denomina derrelicto al buque u objeto abandonado en el mar. Por ello, y por extensión, puede denominarse también como derrelicto al objeto o cosa carente de uso, merced a su abandono y al cese aparente de su propiedad y disfrute. Podríamos decir por ello y sin exagerar, que Ciudad Real es una ciudad llena de derrelictos: inmuebles abandonados, sin uso, en estado de deterioro y de dudosa propiedad; solares florecidos y otras hierbas similares.
Viene ello a cuento del último debate sostenido entre la oposición del PP y el gobierno municipal de coalición PSOE+Cs, a propósito del abandonado edificio de la Casa de Cultura –obra de Miguel Fisac, perfectamente irreconocible hoy por mucho empeño que se esfuercen por su visibilización mediática o no mediática– de los jardines del Prado. Edificio que según la baronesa de Sansaldo –toda la pinta tiene de ser un seudónimo– en el Boletín de Información Municipal de agosto de 1964, «ya había nacido viejo». Edificio viejo, envejecido o arruinado, que no sé si será, como ya ha citado la concejala de Urbanismo, Raquel Torralbo, en una captura conceptual de raro andamiaje y de corto recorrido, al decir «que se trata de un edificio muy sensible arquitectónicamente». Sensible o no –que vaya usted a saber cuál es el significado de los edificios sensibles– lo que sí parece ser a estas alturas es un derrelicto imponente y poco monumental. 
Como tantos otros edificios y elementos que abandonados –clausurados, cerrados, cesantes, vacantes, despechados, arruinados, no concluidos –como el otrora flamante Auditorio– y desterrados recorren –como barcos varados y sin rumbo real– la geografía urbana local. Que más parece por ello, y a la vista de los abandonos previstos a corto plazo y ya anunciados de sedes oficiales varias, un enorme pantalán ruinoso de barcos, navíos, naves, chalupas fantasmas, Titanics a la deriva, fragatas, botes, pateras y cayucos en pleno ejercicio de abandono no menos monumental. 
En estas páginas ya se han recontado, en otras ocasiones temáticas, algunas piezas de ese saldo inmemorial de derrelictos: estación del ferrocarril 1880, aeropuerto, Reino de Don Quijote, casa de Cruz Roja, colegio Ferroviario, Casa de Cultura, hospitales del Carmen y de Alarcos, conventos de las Terreras, delegación de Sanidad, antiguo sanatorio del 18 de julio, residencia universitaria Francisco Nieva, por no hablar de los derrelictos hundidos que ya sólo serán pecios del futuro.