Enrique Belda

LOS POLÍTICOS SOMOS NOSOTROS

Enrique Belda


Tolerancia

03/05/2022

La tolerancia significa algo más que soportar, paciente, al contrario: supone escucharlo para detectar dentro de su pensamiento alguna nota de verdad compartida, una parte de su discurso que sea salvable y que nos enriquezca a quienes lo recibimos. En España falta mucho de eso, y las opiniones públicas que se conforman en torno a cualquier sentimiento, sea político o deportivo, sea una causa o sea una persona, tienden a formar un bloque compacto de verdades a medias y estándares de juicios que, o estás con ellos y eres de los suyos, o estás en contra.
La realidad, y el paso del tiempo lo demuestra, es que hasta de los extremistas de uno u otro lado podríamos, observando, extraer algún mensaje válido que nos sirviese a todos. Y, de paso, a ellos se les acercaría a la salida de la caverna, reconociéndoles que tienen en su equipaje algunas verdades, que acompañan a sus precipitados y habitualmente inanes discursos. Los contrastes de ideas son enriquecedores, obvio es, pero en España son imprescindibles para detectar a aquellos que, desde la razón, son capaces de romper con el frentismo que genera la crítica esperable. ¿Tendrán éxito quienes lo hagan? Me ha gustado la entrada en política nacional de Núñez Feijóo: se trata a partir de ahora de ir analizando tema por tema para converger con el adversario o, sin problema alguno, debatirlo.
La clase política no puede comportarse como los hinchas de los equipos de fútbol que ven todo por el prisma de sus colores. En este caso, los grandes partidos merecen líderes de Estado que analicen, ponderen, escuchen y, muy importante, eduquen a los suyos en esa tolerancia que toda la sociedad necesita. Cordones sanitarios, lugares comunes, mensajes simplistas, críticas vacías y cosas así, alejan el modelo político de la búsqueda de una verdad y de un mínimo común denominador.
De los partidos tradicionales de España, uno está ya en buena línea mientras que otro prefiere entenderse con Bildu hasta para cuestiones en las que todos coinciden: el habitual gobierno para los hooligans propios.