Cuando estudiábamos primero de Bachillerato ya supimos que el archipiélago canario había surgido del fondo oceánico. Luego el profesor decía el tiempo que llevaba la isla en el mapa de nuestro país y no había más comentario a la lección que era seguida con un dibujo en el que aparecía las partes de un volcán. Ahora la prensa nos cuenta que la isla de La Palma entra en erupción cincuenta años después. Las imágenes captadas son impresionantes y los fotógrafos y cámaras llevan horas y horas captando que el fenómeno de la Naturaleza aparecido en Cumbre Vieja, comenzó a romper la corteza terrestre en nueve cráteres y a expulsar lava por sus laderas y humo tóxico por su chimenea y magma del interior de la tierra el pasado domingo. Se han desalojado pueblos que tenían su vida en los alrededores y la lava en su camino hacia el mar se ha tragado casas enteras llevando la tragedia a muchos hogares, que han perdido su patrimonio. Una mujer sollozando frente al micrófono es entrevistada para una emisora de cobertura nacional y se mostraba con una entereza envidiable: «Con la pandemia y ahora el volcán se ha llevado la casa de mi hija e incluso con dinero dentro, para agrandar aún más la tragedia, Dios lo ha querido así». Con esa resignación cristiana se daba paso a otro testimonio desesperado, «toda la vida trabajando para perderlo todo en nada de tiempo, es terrible». Lo mejor de este suceso de la vida real capaz de infundir terror y lástima a la vez, es que no hay pérdidas humanas. 
Saltamos ahora de la humanidad de las gentes de bien para que vuelva a aparecer el sanguinario Henri Parot, sujeto detestable que asesinó a 39 compatriotas en los años de terror etarra. En Mondragón iba a celebrarse el aquelarre de la muerte con un homenaje a este abyecto personaje que segó la vida de niños con sus acciones deleznables. Ni el Gobierno vasco, ni el delegado del Gobierno central hicieron nada para detener semejante disparate; la barbaridad de la degradación humana en una sociedad enferma. En los homenajes a las víctimas del terrorismo surgidas de manera solidaria, en poco tiempo, lograron la cancelación de los actos infames programados en la citada ciudad y subrayaron en sus discursos leídos, que la presión social y política de organizaciones formadas por víctimas y otras instituciones opuestas frontalmente al estado de perversión que anida en ciertos sectores de la comunidad vasca. llena de odio y de fanáticos furibundos, ha sido un eficaz instrumento. 
Y mudamos de extremo. Las aficiones de los clubes españoles de la Liga española ya pueblan, afortunadamente, el graderío de los estadios, todavía en fase menguante. La vuelta de estos luciendo los colores de los 20 equipos de la Primera División es una delicia.  En el partido que libraron Valencia y Real Madrid demostraron sobre la hierba de Mestalla que la Liga española es una de las mejores del mundo. Todavía quedan algunas acciones que mejorar dentro del terreno de juego, entre ellas, actitudes y el fondo físico de algunos jugadores. Y en esas estamos.