Miguel Romero

CATHEDRA LIBRE

Miguel Romero


Cetro y corona

05/10/2020

Decía Paulo Coelho que «todo lo nuevo incomoda. La vida nos sorprende y nos obliga a caminar hasta lo desconocido, incluso cuando no queremos, cuando no lo necesitamos», y tal vez tenga «más razón que un santo» como dirían nuestros abuelos, porque a río revuelto ganancia de pescadores.
Estamos en época de incertidumbres, no solo sanitarias que son las más preocupantes, sino también sociales en la pérdida de valores, económicas en la quiebra del sistema de un liberalismo económico que solo beneficia a las multinacionales y en el político, por cuanto se ha acelerado la discrepancia entre Monarquía o República, no solo en España sino en Europa.
Pero, Inglaterra (con los Windsor), Suecia (con los Bernadotte) u Holanda (con los Orange-Nassau) parece que se saben sujetar ante el augurio, tal vez, por su fuerte tradición democrática, su experiencia e incluso su sabia sociedad sustentada en razones lógicas, algo que suele tener siempre buen fundamento de continuidad y de fortaleza. España (con los Borbón), por el contrario vuelve a dar una nueva lección de historia mal contada, una vez que se repiten y se repiten los mismos errores que tiempos atrás fueron comunes, a pesar de los excelentes modales de don Felipe VI en esa necesaria razón de mejorar lo mejorable.
Me gusta Adrián del Pozo en sus reflexiones, aunque por supuesto, no las hago mías más que en retazos bien avenidos -diría yo...-
Escuchamos bastante a menudo que la monarquía española -y todas las demás- suponen un gasto innecesario para las arcas del Estado y demasiado elevado; y sin embargo, nadie ha comparado los gastos de las presidencias de otros países en sus jefaturas del Estado Republicano. Si lo analizamos vemos que se llevan muy poco y en algún caso, lo superan. Por tanto, eso no debe ser causa de cambio, entiendo yo.
Luego, el porqué se aferran muchos políticos en decir que nuestra monarquía es democrática cuando es dinástica y se hereda. Yo entiendo que la democracia defiende siempre la participación popular y no la establecida por sangre. Ahora bien, yo que soy historiador, me voy a los papeles de atrás y recuerdo cómo la Primera República Española (1873-74) nació como opción única cuando la única monarquía popular española fracasaba en la figura del saboyano Amadeo I, quien dimitía al poco tiempo de gobernar como rey de España. ¡Ah¡, se me olvidaba: Los catalanes independentistas lo desean para repetir lo que en aquel 9 de marzo de 1973 hicieron con la proclamación del Estado Catalán aprovechando la Primera República establecida. Claro, claro, hay que sacar «buena tajá» de todo esto, en eso son expertos.
No es comparable por supuesto, porque tiempos diferentes fueron y situaciones diferentes son, pero amigos, cuando en España se intentó poner un régimen republicano -al no encontrar otra opción- hubo un fracaso total y eso fue en gran medida por la poca formación educativa y cultural del pueblo español (por entonces con un 70 % de analfabetismo) y sin duda, por la poca conciencia republicana que también se respiraba en aquella sociedad política del momento.
Ahora no es así, claro que no es así, «afortunadamente», porque el pueblo español, la sociedad del siglo XXI está muy bien formada en carreras y carreras universitarias -más de las necesarias si cabe- y en una conciencia política acorde a los intereses de unos cuantos que suelen ser los que se benefician; por tanto, claro que no es igual -bueno, dejemos que cada uno de nosotros saque su propia conclusión-; por eso, tiemble la Casa Real española porque estos tiempos, en los que «nadie sabe casi nada» por mucho que parezca que sabemos, hay malos augurios para las carrozas de caballos blancos, los cetros y la corona, fiestas en el palacio real, y parece que vienen buenos para los que aspiran a ser presidentes de República, eso sí, con austeros gastos de representación, palacetes, audiencias y fiestas, porque eso pasará a la historia. ¿Alguno se lo creerá, supongo?