Es verdad que este experimento social es de hace unos años, pero no ha perdido vigencia, ni nunca la perderá. Cuatro preguntas siempre actuales que también puedes hacerte. Podrías, incluso, detenerte en cada una de ellas con sosiego, silencio y profundidad: ¿Quiénes son las personas más importantes de tu vida? ¿Qué regalos les has comprado o piensas comprarles esta Navidad? Y si te tocara la lotería, ¿cuáles serían los regalos? ¿Y si fueran sus últimas Navidades?

A la primera pregunta respondieron los veintisiete jóvenes que participaron en el experimento con sus padres, hermanos, amigos, novios… En la segunda pregunta todo eran cosas, objetos, ilusiones para aquellos mismos que habían sido reconocidos como importantes en las vidas de los sujetos del experimento. Ya con la posibilidad de la lotería, las respuestas fueron cosas de mayor envergadura. Algún destello con algún viaje común, pero, al fin y al cabo, materialidad. Hasta ahí llegamos. Sin embargo, con la cuestión planteada en último lugar llegó un silencio sobrecogedor. ¿Y si fueran las últimas Navidades para ti o para los que quieres? Si lo supieras, ¿Qué harías?

En esa hipótesis, lo que harías es lo que has de ofrecer siempre. Desde hoy mismo. No debería haber cambio alguno, aunque queden muchas Navidades por delante. Lo más importante siempre, el mayor y mejor regalo que puedes ofrecer eres tú, tu vida, tu tiempo, tu intimidad, todo tu ser. Tú eres el regalo mayor, el más sencillo y, al tiempo, del que te es más difícil desprenderte. Luego ofrece cosas, pero no te sustraigas de los que te quieren.