Antonio García-Cervigón

Buenos Días

Antonio García-Cervigón


Ejemplaridad de la comunidad educativa

13/07/2021

El tiempo de pandemia que nos ha tocado vivir es propicio para la lucha con denuedo en todos los frentes. Este esfuerzo supremo ha ido acompañado de la experiencia acumulada de los años biológicos, dispuestos siempre para la conservación de la especie, pero que ha valido para poco tras la llegada de la covid -19, cuyo signo destructivo no ha respetado ni a edades, ni tampoco particularidades genuinas en las razas humanas que pueblan la tierra. El curso escolar 2020-21 que hace apenas dos semanas concluía en los centros docentes de nuestra Comunidad Autónoma, ha sido calificado por la sociedad con una calificación muy alta.
Los alumnos han sido encumbrados por los profesores tildándoles de auténticos jabatos y los profesores han sido enaltecidos por los alumnos y padres con epítetos enjundiosos, de los que no hay parangón alguno en la historia de la enseñanza en Educación Infantil y Primaria. ¿Por qué tras el confinamiento abrieron los bares y no los colegios? Esta pregunta corrió como la pólvora con cierto morbo por las redes sociales. Se supo también que algunos países como Dinamarca abrió sus aulas antes de finalizar el curso 2019 -20 en mayo con un modelo combinado, pero en el que primaba más la presencialidad. La vuelta al ‘cole’ se dejó hilvanada con una simple guía de recomendaciones. 
La premisa de la entonces ministra de Educación Isabel Celaá era contundente por aquellos días, agosto de 2020: «Las comunidades tienen competencias para enfrentarse al nuevo curso escolar», con la curva de contagio en alza. Así se quitaba del medio. La cosa sanitaria estaba peliaguda. En este tiempo, la OMS anunciaba una conferencia europea para abordar el comienzo de las clases y la Organización Mundial de la Salud concretaba: «Hay que retomar las actividades en los centros escolares». Las comunidades se pusieron a redactar normas y circulares para la prevención del Covid-19 que fueron  documentos de consulta con las recomendaciones más imprescindibles y que no sustituían a las medidas sanitarias que las autoridades establecieron al respecto,  entre ellas: medidas de protección del alumnado, como distancia  interpersonal de 1,5 metros; salidas sin contactos; lavados de manos frecuentemente; desinfectar la suela de los zapatos con uso de  alfombrilla al uso y ayudar a mantener limpio el centro; desechar pañuelos en cubos con pedal y tapa; obligación de mascarilla y evitar tocarse la cara; comunicar  posibles síntomas al tutor de curso y prohibido el paso a personas ajenas al centro; aireación constante de los espacios escolares e higiene vigilada de los servicios alumnos y profesores. También, supongo, se dictaron recomendaciones para las familias, entre ellas, «la sospecha de síntomas del Covd-19 o si has tenido contacto con alguna persona contagiada, no acuda al centro educativo, pero comunica la incidencia; no quedarse hablando en la puerta del colegio; lleve el material que utilice su hijo personalizado con su nombre y la medicación sólo  se administrará bajo prescripción médica».
Cualquier maestro de España en el pasado curso tuvo que multiplicarse por tres para llegar a tiempo a todas las funciones. Para el Magisterio de Castilla la Mancha nuestra FELICITACIÓN más entusiasta que extiendo a las consejerías de Educación y Sanidad que también han bregado lo suyo. Y en esas estamos.