José Rivero

Doble Dirección

José Rivero


Tercera ola

20/01/2021

Más allá de los debates posibles sobre la pandemia de COVID-19 que venimos soportando ya diez largos meses, llama la atención la imprecisión numérica -como otras tantas imprecisiones sucesivas- con que nos informan de ella. Antes -en el primer momento, o también en la primera ola- con una precisión cotidiana de metrónomo nos daban cuenta de los avances y de los retrocesos -más éstos que aquellos- con que se producían los movimientos pandémicos. Luego las cosas se fueron complicando por el empleo de una información cruzada y no sé si azuzada. Y no me refiero con ello a los debates viciados y alterados que van de lo sanitario a lo epidemiológico, de lo político a lo económico y de lo social a lo fenomenológico.
Estamos de lleno, según parece, en la tercera ola pandémica -así llamada con cierta impropiedad, como veremos-, sin saber con certeza cuándo ha comenzado ese tercer movimiento de la enfermedad. Porque para entrar en el tercer nivel antes hay que haber salido del segundo o nivel precedente. Y he podido leer en algún medio que aún a finales de diciembre estábamos en «plena segunda ola». Y era previsible que a primeros de enero se produjera la temida tercera ola. Todo ello sin haber acontecido la meseta de separación entre una ola y otra. Pues bien, hemos padecido ese movimiento súbitos que nos desplaza de un nivel a otro sin solución de descanso intermedio.
Sabemos con certeza que la primera ola, daría -o debería haber dado comienzo- con la declaración del estado de alarma. Esto es, habría dado comienzo el 14 de marzo de 2020. Y pudiera haberse concluido el 21 de junio, fecha de finalización del referido estado de alarma. Aunque la voz que dio el grito final, como un apóstrofe victorioso, tal vez fuera la de Pedro Sánchez, cuando aseveró en televisión «que hemos vencido al virus». Y eso ocurrió el 3 de julio. Después aconteció el periodo vacacional, sin estar en esos momentos en ola alguna, por más que algunos se aprovecharan de las olas reales de las playas litorales en agosto. El regreso a las clases escolares y a cierta pequeña normalidad laboral a lo largo del mes de octubre modeló el nacimiento de la segunda ola que se ha estirado hasta los ribazos del fin de año para opacar la colisión de la segunda ola con la enfática tercera ola. Es tal la confusión que he oído a una autoridad sanitaria regional aragonesa decir que allí ya están en la cuarta ola. Todo incomprensible e incontable. Como las olas.