Javier D. Bazaga

NOTAS AL PIE

Javier D. Bazaga


Nos faltan oradores y buenos políticos

05/06/2020

Ya Platón, en una de sus obras más insignes, ‘La República’, hablaba de las clases sociales. La de los dirigentes estaba en lo más alto. Eran aquellos creados por los dioses para gobernar, para dirigir los designios de los ciudadanos. Habían sido tocados por la sabiduría, se les había dado el don de la oratoria y la filosofía.
Sócrates, Aristóteles, Platón. Ellos fueron los que dieron forma a las ciudades estado, a la democracia, a la política en definitiva. Esos son hoy nuestros Sánchez, Casado, Abascal… Saben por dónde voy, ¿no? Luego estaba Sófocles, el trágico, el Rufián de hoy. Y un tal Hermógenes, filósofo pobre. ¿Será Iglesias? Pero manteniendo las distancias, claro. Es una lástima tener que remontarse dos milenios para buscar oradores de altura. Que es lo que eran. Los magistrados en la antigua Grecia, y los senadores de la antigua Roma, trabajaban para el pueblo. Claro que competían en dialéctica, y alguna que otra conducta o hábito suyo sería hoy más que reprochable, baste recordar que tenían esclavos como sirvientes. Y lo de que el herrero o el labrador no podía ser otra cosa más que eso deja mucho que desear. Pero eran servidores públicos.
La democracia nació de ellos. Se ganaron lo de pertenecer a las clases altas porque elevaban a las instituciones públicas las peticiones del pueblo. Llevaban las necesidades de los ciudadanos hasta el senado. Convertían sus problemas en la cosa pública. Si había hambre en las calles se decía. Y se aprobaba un ingreso mínimo vital, de la época. ¿Que les jorobaba tener que sacar de las arcas públicas para alimentar al pueblo? Pues claro. Pero es lo que había que hacer. ¿Que había que hacer alcantarillas para mejorar la salubridad de las calles? Se hacía. Eran las demandas del pueblo. ¿Para qué estaban si no? Por eso eran la clase alta, porque llevaban los problemas desde abajo hasta arriba. Bajaban al barro, veían, y luego vencían. ¿Que había excepciones? Claro que sí, pero tenían el respeto de la ciudadanía porque ellos respetaban a la ciudadanía.
¿Creen que nuestros políticos cumplen esa función? ... ¿Nos respetan? ... Son nuestros representantes, sí. Les hemos votado, y por eso están en el Congreso y en el Senado. Pero aún están muy lejos del objetivo de elevar nuestras peticiones, demandas, y sobre todo necesidades, a esas cámaras de representación. Son nuestros representantes, sí, pero no son para nada un reflejo de lo que los ciudadanos reclaman. Se han acusado unos y otros de ser hijos de terroristas, a otros de gobernar con fascistas, a otros de borrachos que se apoyan el uno al otro para no caerse, y todo aderezado con el eterno tufo que se supone emana de las cloacas del estado, y servido en plato lavado con la crisis sanitaria y económica del virus. Y ahí, salvo para los que piden dimisiones a mansalva, no están las demandas del pueblo. Ya no pido un Sócrates, un Aristóteles o un Platón en el Congreso y el Senado, pero ¿¡dónde están Plauto, Aristófanes o Esquilo!?