Editorial

La pandemia mantiene a gobiernos y ciudadanos en el punto de mira

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Los rebrotes que aumentan a diario en todo el país, con Cataluña a la cabeza en el número de contagios al haber registrado nada menos que 1.444 en las últimas veinticuatro horas, preocupan a los gobiernos locales, provinciales, autonómicos y central. Por cuanto son un riesgo claro de que España podría estar dirigiéndose a un segundo confinamiento generalizado, con lo que eso supondría de colapso económico para una economía maltrecha que se ha visto críticamente afectada por un segundo trimestre inactivo, y por lo que supondría para un sistema sanitario que también está muy tocado. Las autoridades sanitarias de las comunidades autónomas tienen que solicitar autorización judicial para imponer medidas de contención en sus territorios, ya que esa competencia es exclusiva del Ministerio y, de hecho, lo vienen haciendo con distintas respuestas en los tribunales. Cuando imperaba el estado de alarma las decisiones podían ser más o menos acertadas y, por tanto, más o menos criticables, pero las adaptaba un mando único. Ahora se deja en manos de los gobiernos regionales y la situación es variable de norte a sur y de este a oeste, aunque va tomando tintes preocupantes. 

Así, los errores y aciertos y la capacidad efectiva de contención de la pandemia son achacables a las administraciones territoriales y eso añade un punto de incertidumbre a la preocupación general, puesto que muchos ciudadanos no saben bien a qué lugares y en qué condiciones pueden viajar. De esta forma el turismo nacional, que está poniendo su granito de arena para salvar aunque sea mínimamente la pésima situación derivada de los vetos de la mayoría de los países, se ve amenazado por las noticias que a diario reflejan un aumento exponencial de contagios.

Y no solo son esos gobiernos los que están en el punto de mira; también los ciudadanos de cada lugar, sobre todo de aquellos donde se producen los nuevos brotes, son observados casi con lupa por el resto. Se les presupone en algunos casos irresponsabilidades como la de no utilizar las mascarillas, no mantener la distancia de seguridad o no respetar los aforos, mientras que en otros se teme que el hecho de ser asintomáticos impida el control. Es fácil quedarse en casa cuando se tiene fiebre, tos y malestar general, por citar algunos síntomas, pero no cuando la persona se encuentra bien e ignora estar afectada por el coronavirus. Así, mientras no dispongamos de una vacuna que inmunice globalmente a la población mundial, será muy difícil respirar tranquilos. De momento hay cuatro que despuntan y tres de ellas que entran en la última fase de su investigación, pero faltan meses para poder utilizarlas. Se impone un cien por cien de responsabilidad. Personal y social.