Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


El proceso

05/03/2023

La rata trepaba por las sábanas... Si estaba hambrienta podría morderle el dedo del pie izquierdo, el mismo con el que deseaba dar un puntapié a los imbéciles que le rodeaban, pero eran tantos tontos..., que no había pies para todos y, además, ahora, el suyo, si era mordido, quedaría herido... De asco y terror sus dientes entrechocaban. Llamó histérico... Se acercaron al lecho. «Eliminen a esa bestia». Pero sus más allegados ayudantes respondieron impertinentes: «No podemos, usted ha firmado una ley que nos lo prohíbe y podríamos ir por ello año y medio a la cárcel o pagar una multa monstruosa. En el palacio de la Moncloa no podemos ni debemos ejecutar órdenes ilegales.»
Les arrojó a la cabeza la lámpara de la mesa, eso no estaba tan penado como el artículo 337 del animalesco código penal... Entonces observó también una sierpe, -¡víbora!- sobre su cama... Un vertebrado, ¿podría golpearla o sería maltrato? Solo cuando le mordió la rata, reina de una tribu de ratones recién llegada, despertó de la pesadilla. 
Peor era la realidad pero..., había reunión con los asesores que nada saben, colocados por el partido «aliado», Impotente. Tenía que atajar el descubrimiento de nuevas corrupciones entre sus propias filas, miembros gangrenados, tratos de favor, orgías, dineros extraviados... Necesitaba un poco de sensatez entre tantos legisladores que iban pariendo leyes a veces contradictorias o desmesuradas y locas. Asesorado por un amigo sabio al que solía hacer muy poco caso -lógicamente no estaba entre los miembros de su gabinete, que el de los hermanos Marx parecía ya-, había acudido de incógnito a ver en el Teatro María Guerrero la obra dramatizada de la célebre novela de Kafka. La música de Sánchez Verdú le impresionaba mientras una maraña de normas y jueces se embrollaba hasta lograr que cualquier absurdo triunfara, era la muerte de la sociedad, la destrucción de la democracia que gobernaba. Él, otro Sánchez, como cualquier otro, podría ser procesado de modo kafkiano cuando dejara el cargo, y eso no era natural... Los «suyos» estaban construyendo nuevos laberintos legales. Frankenstein en ellos se ocultaba, esperando devorar a quienes en ellos fueran engullidos. 
Una agresión sexual puede llevar a la cárcel a uno durante doce años; un homicidio, en cambio, podría quedarse en diez o en once. Matar ratones o ratas, eliminar una sierpe que amenaza a tu hijo pequeño, cuando va a gatas, podría llevar a la cárcel a un hombre honrado: vida quebrada al convertirse en delincuente. Los principios de proporcionalidad en las penas se habían desbocado... Y así el resto: 15 años, quiero abortar sin que lo sepan mis padres. ¡Cúmplase! 17 años, quiero cambiar de sexo. ¡Opérese! Pero todavía no es maduro para votar... 40 años, quisiera ibuprofeno de 600 gr. ¡Solo con receta, señor!
Volvió a la cama. Prefería las ratas.

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